Confesiones del Cavalieri
Ayer soñé que yo era el Santo Padre, y como en sueños todo es posible, anduve por la avenida de la Conciliazione bajo una capa de intensa lluvia mojando las sandalias de San Pedro.
Este contacto con el agua fría de la mañana me hacía sentir pescador. Y desde el puente cercano al Castel de Sant’Angelo me entretuve mirando la fuerte corriente del Tiber y me pregunté si yo también sería capaz de caminar sobre las aguas. Miré al cielo y vi signos que me decían que no.
No sé como ocurrió, pero como en sueños todo ocurre de manera extraña, me encontré de pronto a las puertas del Quirinale. Sí, ya sé, que éste es el palacio del Presidente, pero en los sueños las cosas simplemente acaecen y no tienen un porqué, así que me encontré de repente ante el portero del Quirinale vestido con una gran librea de botonadura doradora. Era Il Cavaliere.
Me sonrió y se quitó la gorra de plato para saludarme. Yo le di mi bendición que él la aceptó con un guiño del ojo izquierdo. No había nadie en el gran zaguán y me detuve en la puerta a la espera de que el señor Berlusconi me invitara a pasar; pero, ¡oh sorpresa! el señor Berlusconi se me acercó al oído y me dijo:
-Pater Santíssimo, vorrei confesarme.
Y como en todos los palacios presidenciales hay garitas de guardia, Berlusconi me hizo un gesto para que le siguiera y entramos en una por una puerta muy estrecha. Yo le ofrecí anillo para que lo besara y él me metió entre las manos una banderita tricolor. Tras este intercambio de símbolos, exclamó:
-Santidad, me acuesto con “belinas”.
-¿De cuántos años, hijo mío?
-Jóvenes, Santidad –y levantó los hombros con las palmas de las manos juntas como si orara o pidiera perdón.
-¿Cuántas veces, hijo mío?
-No muchas, Santidad, porque estoy muy ocupado.
-¿Y te arrepientes?
Me miró y no contestó.
Luego,yo no sólo seguía siendo el Santo Padre, sino que me vi en la figura de Benedicto XVI impartiendo la bendición orbi et orbe a Berlusconi; pero ya no estábamos en el Quirinale, sino en el Lido, rodeado de periodistas y “paparazzi”.
-Santidad, ¿qué le dijo Il Cavaliere? –inquirió un periodista del Corriere.
Miré al cielo y no vi signos que me aconsejaran qué decir, así que decidí callar lo que Il Cavaliere me había dicho en la intimidad.Por dos razones: porque la intimidad es sagrada y además era secreto de confesión.
Desperté empapado en sudor. Me pellizqué la tripa y seguía siendo yo. Además en un periódico que alguien había pasado por debajo de la puerta publicaban lo que decía la Conferencia Episcopal Española; pero nada de lo que hacía Berlusconi con las "velinas",¡gracias a Dios!
4 comentarios:
Son todas unas putas y el un hombre de botox o un botox lleno de viagra con forma de hombre. ¿Eso quieren los italianos? lola
¡¡¡Vaya pesadilla Joaquín!!!
Duro lo de encontrarte en la piel del Santo Padre...¡¡¡qué calor xD con tanto ropaje!!!
Pero, nada, como tener que soportar en confesión al Cavaliere... eso debe ser peor que pasar dos meses en Guantánamo!!!
Menos mal, que al menos estabas paseando por Roma...
Un abrazo
Menos mal que solo era un sueño...
Menos mal que solo era un sueño...
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