Asamblea de vecinos.
El martes pasado fui a visitar al psiquiatra con el fin de pedirle ayuda, pues cada día entiendo menos lo que ocurre a mi alrededor. Digo esto, porque como dice el proverbio latino: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, que en román paladíno, la lengua con la que habla el pueblo a su vecino, quiere decir que soy humano y nada humano me es ajeno.
Así, pues, cuando una blogera como Kim Basinger nos lanza una de esas noticias “mueveconciencias” yo me cabreo, y esto es un ejemplo de que lo humano me interesa. Claro, ¿no?
Y bien, el martes, como os decía, fui al psiquiatra y le conté mi desazón, que no aguantaba más, que sabía que vivíamos en democracia y que en democracia cada cual es un individuo, único e intransferible; pero que yo me encontraba muy raro, que cada día estaba más solo, y que casi nadie quiere platicar conmigo.
Mi mujer dice, le dije yo al psiquiatra, que no quieren hablar conmigo porque siempre doy la vara con problemas, que si les hablara de Cristiano Ronaldo ya vería como tenía éxito y todo el mundo me aceptaría.
Naturalmente, mi mujer dice eso porque es muy sensata, pero yo detesto la sensatez y la cordura. “¿Qué le parece doctor?”, añadí, mientras miraba a un cuadro abstracto de tonos suaves colgado frente al sillón de la consulta.
Y el doctor me recomendó que echase fuera de mí todo lo malo, que aireara mi interior, que no retuviera mis problemas, que los dejase hablar.
Salí de la consulta y me dirigí a casa cabizbajo. Entré en el piso, fui a la nevera y me puse una cerveza fría en una jarra. Me la bebí de un trago y sin respirar. Luego hice como en las películas americanas: fui al mueble bar y me serví un whisky con hielo, me coloqué detrás de la ventana y fui pimplando poco a poco. Mientras bebía prepare un plan: pasé al comedor y me abrí en canal. Saqué el hígado y lo coloqué en un extremo de la mesa, saqué el corazón y lo coloqué en el otro extremo, luego hice lo mismo con el bazo, con el páncreas, con los dos riñones, con los intestinos, con los pulmones, con la vejiga de la orina y con la próstata. Como están imaginando coloqué todas las partes blandas de mi cuerpo alrededor de la mesa como si estuvieran en una asamblea general de vecinos. Finalmente me senté en un sillón que había en un rincón de la sala, abierto en canal como si fuera un armario, para observar la reunión.
Allí estaban todos mis órganos interiores dispuestos a debatir y echar al aire sus problemas. El primero en hablar fue el corazón que dijo que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Al decir esto todos me miraron sin decir nada. El hígado respondió que lo malo para él era el paté de cerdo, los huevos y el vino, y sobretodo los disgustos.
El bazo y el páncreas levantaron la mano y dijeron cosas complejas, porque ellos son órganos complejos, adujeron; pero los demás órganos no entendieron su discurso, y la lengua, que hacía de mediadora, tiesa en el interior de un cenicero, pasó el turno a los riñones. Estos fueron contundentes, echaron la culpa de todos sus problemas a cada uno de los órganos del tránsito digestivo y añadieron que la responsabilidad superior le correspondía a la voluntad. Y al decirlo me señalaron a mi, que estaba callado y sentado, abierto en canal en un sillón del rincón del cuarto, como ya dije.
Levanté el dedo índice y pedí la palabra. Pero mi lengua estaba en el centro del cenicero, y ,aunque yo hablaba, nadie me oía. Y de ella, es decir, de la lengua salían unos silbidos graves y agudos correspondientes a un discurso que adivinamos cargado de sentido, pero inaudible.
Como pueden apreciar la reunión no nos llevó a ninguna parte ni solucionó ningún problema. El intestino ciego no veía nada claro y el intestino grueso declaró que toda la reunión era demasiado visceral y sin seso.
Yo no suelo estar de acuerdo con el intestino grueso en general, pero en esta ocasión tenía toda la razón. Y me di cuenta de que tanta visceralidad no nos llevaba a ninguna parte, pues aunque digamos que los problemas humanos los llevamos dentro, yo he descubierto que los problemas personales no existen, sino que el mundo está lleno de problemas y el pobre ser humano(hembra o varón) no sabe qué hacer con ellos.
El martes pasado fui a visitar al psiquiatra con el fin de pedirle ayuda, pues cada día entiendo menos lo que ocurre a mi alrededor. Digo esto, porque como dice el proverbio latino: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, que en román paladíno, la lengua con la que habla el pueblo a su vecino, quiere decir que soy humano y nada humano me es ajeno.
Así, pues, cuando una blogera como Kim Basinger nos lanza una de esas noticias “mueveconciencias” yo me cabreo, y esto es un ejemplo de que lo humano me interesa. Claro, ¿no?
Y bien, el martes, como os decía, fui al psiquiatra y le conté mi desazón, que no aguantaba más, que sabía que vivíamos en democracia y que en democracia cada cual es un individuo, único e intransferible; pero que yo me encontraba muy raro, que cada día estaba más solo, y que casi nadie quiere platicar conmigo.
Mi mujer dice, le dije yo al psiquiatra, que no quieren hablar conmigo porque siempre doy la vara con problemas, que si les hablara de Cristiano Ronaldo ya vería como tenía éxito y todo el mundo me aceptaría.
Naturalmente, mi mujer dice eso porque es muy sensata, pero yo detesto la sensatez y la cordura. “¿Qué le parece doctor?”, añadí, mientras miraba a un cuadro abstracto de tonos suaves colgado frente al sillón de la consulta.
Y el doctor me recomendó que echase fuera de mí todo lo malo, que aireara mi interior, que no retuviera mis problemas, que los dejase hablar.
Salí de la consulta y me dirigí a casa cabizbajo. Entré en el piso, fui a la nevera y me puse una cerveza fría en una jarra. Me la bebí de un trago y sin respirar. Luego hice como en las películas americanas: fui al mueble bar y me serví un whisky con hielo, me coloqué detrás de la ventana y fui pimplando poco a poco. Mientras bebía prepare un plan: pasé al comedor y me abrí en canal. Saqué el hígado y lo coloqué en un extremo de la mesa, saqué el corazón y lo coloqué en el otro extremo, luego hice lo mismo con el bazo, con el páncreas, con los dos riñones, con los intestinos, con los pulmones, con la vejiga de la orina y con la próstata. Como están imaginando coloqué todas las partes blandas de mi cuerpo alrededor de la mesa como si estuvieran en una asamblea general de vecinos. Finalmente me senté en un sillón que había en un rincón de la sala, abierto en canal como si fuera un armario, para observar la reunión.
Allí estaban todos mis órganos interiores dispuestos a debatir y echar al aire sus problemas. El primero en hablar fue el corazón que dijo que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Al decir esto todos me miraron sin decir nada. El hígado respondió que lo malo para él era el paté de cerdo, los huevos y el vino, y sobretodo los disgustos.
El bazo y el páncreas levantaron la mano y dijeron cosas complejas, porque ellos son órganos complejos, adujeron; pero los demás órganos no entendieron su discurso, y la lengua, que hacía de mediadora, tiesa en el interior de un cenicero, pasó el turno a los riñones. Estos fueron contundentes, echaron la culpa de todos sus problemas a cada uno de los órganos del tránsito digestivo y añadieron que la responsabilidad superior le correspondía a la voluntad. Y al decirlo me señalaron a mi, que estaba callado y sentado, abierto en canal en un sillón del rincón del cuarto, como ya dije.
Levanté el dedo índice y pedí la palabra. Pero mi lengua estaba en el centro del cenicero, y ,aunque yo hablaba, nadie me oía. Y de ella, es decir, de la lengua salían unos silbidos graves y agudos correspondientes a un discurso que adivinamos cargado de sentido, pero inaudible.
Como pueden apreciar la reunión no nos llevó a ninguna parte ni solucionó ningún problema. El intestino ciego no veía nada claro y el intestino grueso declaró que toda la reunión era demasiado visceral y sin seso.
Yo no suelo estar de acuerdo con el intestino grueso en general, pero en esta ocasión tenía toda la razón. Y me di cuenta de que tanta visceralidad no nos llevaba a ninguna parte, pues aunque digamos que los problemas humanos los llevamos dentro, yo he descubierto que los problemas personales no existen, sino que el mundo está lleno de problemas y el pobre ser humano(hembra o varón) no sabe qué hacer con ellos.
3 comentarios:
Este blog tuyo cada día me descubre una cosa, primero que escribes bien, luego que además puedes hacer reír, y ahora descubro que combinas esto con una imaginación sin límites.
Ya estoy esperando tu próxima entrada.
Eva
Somos unos incomprendidos.
¡¡De verdad Joaquín!!
Comprendo perfectamente, que cuando uno se siente solo, no escuchado, ni comprendido, a veces se te cae el mundo encima. Pero de ahí a abrirte en canal,
va un trecho ¿ pensaste a caso la impresión tan espeluznante que producirías a "L" al entrar en casa y encontrar semejante carnicería?...La culpabilidad tan enorme al pensar que por culpa de no ser Cristiano Ronaldo a sus ojos, ¡¡te habías hecho el harakiri!!
Ahora mismo te recoses todo, termináis la reunión vecinal y te das una ducha...ja,aj,ja.
Verás como hoy "L" está de lo más solícita contigo...
Besos
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