1 de agosto de 2009

REFLEXIONES, XI

ENTRE TRAJES

"Usted no lo sabrá. Los verdaderos “connaisseurs” saben como debe ser el largo de la chaqueta; distinguen entre forro y forrarse"
El domingo pasado salí de casa a las ocho de la mañana para dar un paseo. Después de una hora, me fui a la calle San José con la intención de tomar un café y leer el periódico. Pero, no sé si por lo temprano del día o por qué otra causa, la calle estaba vacía, los bares cerrados y lo único que había, y lucía muy agradable, eran las sombras de los árboles derramadas por el suelo y las flores de los alcorques.
Miré al cielo, y ya estaba azul, celeste, como dios manda. Miré al horizonte y vi el mar y coches que pasaban por la avenida Marítima en dirección a las playas del sur. La charca de la plaza España era un espejo y los destellos de las latas de refresco que los chavales habían arrojado por la noche, dañaban la vista. Miré a los lados de la calle, y también los portales estaban cerrados. Sólo un escaparate tenía vida, porque el dueño, o un empleado despistado había dejado la luz interior encendida. Me acerqué y contemplé los trajes y las camisas que había en exposición. En el suelo del escaparate había una tarjeta con los precios de cada una de las prendas expuestas. Para poder leerla acerqué la nariz al cristal del escaparate y me enteré de que los trajes eran, uno de lana fría, otro de una mezcla de seda con cachemir y las camisas cien por cien algodón. No me dio tiempo a saber nada de las corbatas ni de los calzoncillos; pues al ver mi cara tan pegada al cristal –imaginé yo –los trajes del susto se cayeron al suelo. Yo, con las manos juntas, les pedía perdón, porque por alguna razón que no puedo imaginar, entendía la desazón de los trajes que se comportaban como un pájaro acechado desde el exterior de la jaula por un gato silencioso.
Lo gracioso es que por arte de birlibirloque los trajes salieron del escaparate y me saludaron atentamente. Y yo, debió de ser por la soledad de aquel domingo, acepté su compañía como si tal cosa.
El de lana fría me propuso que fuéramos a algún lugar fresco. Y el de mezclilla seda con cachemir accedió gustoso.
Los trajes tenían una conversación muy animada, aunque intranscendente. Por ejemplo, el de lana decía que no se puede comparar la lana de él mismo con la lana de los trajes de los dependientes de tienda. Me indicó que los mejores trajes los llevaban los presidentes de las grandes compañías.
-¿Y, piensan ustedes que la arruga es bella? –pregunté para intervenir en la conversación.
Ni uno solo de los ojales de los trajes ahorro su carcajada. Que le preguntara a mi mujer, dijeron, mirándose enseguida de arriba abajo con intención de detectar arrugas.
El de seda se desabotonó la americana y comenzó a mostrarme todos los entresijos del traje: los bolsillos laterales, el bolsillo interior para el móvil, el bolsillo izquierdo a la altura del corazón para guardar los disgustos, el del lado derecho para guardar la cartera; la trabilla trasera del pantalón, para ajustarlo; las aperturas laterales de la americana.
-Que no se sabe para qué son –aventuré yo.
-Usted no lo sabrá. Los verdaderos “connaisseurs” saben como debe ser el largo de la chaqueta; distinguen entre forro y forrarse; distinguen entre el largo de la manga y dar la manga; distinguen entre usar el bolsillo y llenarse los bolsillos. Y finalmente saben tanto de trajes que ellos se los pagan cada vez que los compran, pero no guardan el tique de caja.
- ¿Y eso que tiene que ver con ser entendido en trajes? –inquirí.
- Eso mismo pensaba yo antes, -contesto el de lana –pero ahora estoy convencido de que algo tendrá que ver cuando todos ellos, sin excepción, los pagan en billetes de quinientos y no guardan los tiques.

3 comentarios:

Eva dijo...

Pena de justicia injusta.
Eva

Kim Basinguer dijo...

Esos trajes, eran tan simpáticos porque no habia "monigote" dentro.

María dijo...

Como siempre genial, Joaquín.

¡¡Si los trajes hablaran, xD!! de lo que nos íbamos a enterar...
Y es que hay muchos Camps, Comps y Cumps...
En este paseo tuyo dominguero, además de la paz se ve tu gran talento, Joaquín. No sé que hace un escritor metido a constructor... Bueno, seguro que a L. no le gustaría verte, ahumado como un chorizo cada noche entre 200 cafés y 4.000 cigarrillos...ja,ja,ja.
Un besazo.