28 de julio de 2009

UN POEMA CADA DÍA, XII


Érase un vez
un árbol redondo
al que le gustaba hablar
con sus hojas que eran para él
hijos de una gran familia numerosa.
Las hojas no siempre entendían todo lo que
les decía, pues el árbol era viejo y le gustaba
dar consejos, y hartas de tanta monserga,
unas se largaban del árbol y fueron ca-
ducas, otras iban al Paraíso y eran
taparrabos y otras sin saber qué
hacer, se quedaban en casa
dando sombra a los
domingueros
y estos comían,
jugaban,
bebían,
reían,
yyy
yyy
yyy
yyy
yyy
yyy

encendían un cigarrillo
y acababan con los problemas de las hojas del árbol . Un beso y sombra
. JT

24 de julio de 2009

UN POEMA CADA DÍA, IX


Yo soy

Soy mis mínimos gestos,
temor
o esperanza.

Línea y color,
el iris,
y la posibilidad del habla.

Emoción de la armonía,
su discurso,
su concepto.

No soy el templo;
sólo sus sensaciones.

Y mi credo.

22 de julio de 2009

REFLEXIONES, VIII


No todo me ocurre en casa, pero últimamente mi relación con el entorno se ha convertido en un toma y daca del que yo salgo muy beneficiado, pues los objetos, que llamamos inanimados, en la realidad, son seres que ocupan un lugar de emoción en nuestras vidas y como tales están tan presentes en ella como por ejemplo el alma, a la que jamás hemos visto y hay personas que todas las noches rezan un rosario por ella.
Estaba solo en casa sin saber con quien hablar y, para satisfacer mi relación afectiva con el entorno, busqué algún objeto con el que entablar conversación. Lo primero que se me ocurrió fue abrir los armarios con el afán de encontrar algo a lo que dirigir mis opiniones o simplemente mi mirada. El motivo por el que rebusco en los armarios es porque armario viene de arma: lugar para guardar armas. Y las armas, fusiles, pistolas o cañones de artillería tienen un alma que está localizada en el interior del cañón. Por eso creo yo que los misterios de los armarios provienen de su alma etimológica.
Como estaba diciendo, en la búsqueda sólo encontraba vestidos de mi mujer, que no son propiamente objetos, sino prendas de vestir, y también zapatos. La verdad es que no me apetecía hablar con ellos, bastante arrastrada es la vida de uno mismo como para ponerse a oír la vida de los zapatos. Luego encontré un cajón con bragas y sujetadores, mucho más sugerentes, pero no era el momento; así que continué buscando hasta que di con un compartimiento de bolsos. Miré y los encontré sonrientes, ariscos, pendencieros, góticos, posmodernos. Todo según el rictus que ofrecía su embocadura, pues la abertura de los bolsos es muy diversa: algunos tienen su contorno forrado de cuero como si fuesen labios de silicona, otros la tienen con dos perlas de acero que se abrazan como un “piercing” en el centro de los labios y los hay que tienen como una solapa que los amordaza, tapándoles las boca. Cogí uno de éstos y le levanté la solapa para ver lo que había dentro. Acerqué los ojos. Pero como es lógico al acercar los ojos también acerqué los oídos y sentí una voz grave y lejana. “¡Toma, una garganta profunda!”, exclamé para mis adentros. Y seguí escuchando con atención.
El bolso me contó que ellos no son prendas para vestir a las señoras ni a los señores, son más bien complementos que se adaptan estéticamente a la vestimenta. Que guardan secretos íntimos: en agendas, en teléfonos móviles, en pañuelitos y, en las últimas décadas, condones. “Nosotros”, me contaba “podemos ser bellos, lujosos, joyas como las mismas joyas o baratos y estrafalarios. Los hay de cinco euros en los mercadillos y de cinco mil euros en las boutiques de moda. Podemos ser una pieza de regalo Louis Vuitton o una antigüedad de Porto Bello. Nos eligen como presente en San Valentín o para comprar voluntades. Como insinúa doña Barberá, todos los políticos reciben regalos y no cabe duda de que nosotros estamos en la primera línea".
Me acerqué a la garganta del bolso y casi metiéndole la lengua en su laringe le pregunté:
-¿ Y a ti quién te ha contado esto, la policía o el Bigotes?
Pero en lugar de escuchar una sonora carcajada, como yo esperaba, oí el ruido de un desagüe, y me quedé perplejo.

20 de julio de 2009

UN POEMA CADA DÍA, XI


Tiempo es fuga.



Fría la sangre

en la sombra del muro

que es quietud y es morada.



Secos injertos.



Lagarto al sol

y polvo al agua:

siembra de silencio

por la vida.

14 de julio de 2009

REFLEXIONES, VII


Asamblea de vecinos.

El martes pasado fui a visitar al psiquiatra con el fin de pedirle ayuda, pues cada día entiendo menos lo que ocurre a mi alrededor. Digo esto, porque como dice el proverbio latino: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, que en román paladíno, la lengua con la que habla el pueblo a su vecino, quiere decir que soy humano y nada humano me es ajeno.
Así, pues, cuando una blogera como Kim Basinger nos lanza una de esas noticias “mueveconciencias” yo me cabreo, y esto es un ejemplo de que lo humano me interesa. Claro, ¿no?
Y bien, el martes, como os decía, fui al psiquiatra y le conté mi desazón, que no aguantaba más, que sabía que vivíamos en democracia y que en democracia cada cual es un individuo, único e intransferible; pero que yo me encontraba muy raro, que cada día estaba más solo, y que casi nadie quiere platicar conmigo.
Mi mujer dice, le dije yo al psiquiatra, que no quieren hablar conmigo porque siempre doy la vara con problemas, que si les hablara de Cristiano Ronaldo ya vería como tenía éxito y todo el mundo me aceptaría.
Naturalmente, mi mujer dice eso porque es muy sensata, pero yo detesto la sensatez y la cordura. “¿Qué le parece doctor?”, añadí, mientras miraba a un cuadro abstracto de tonos suaves colgado frente al sillón de la consulta.
Y el doctor me recomendó que echase fuera de mí todo lo malo, que aireara mi interior, que no retuviera mis problemas, que los dejase hablar.
Salí de la consulta y me dirigí a casa cabizbajo. Entré en el piso, fui a la nevera y me puse una cerveza fría en una jarra. Me la bebí de un trago y sin respirar. Luego hice como en las películas americanas: fui al mueble bar y me serví un whisky con hielo, me coloqué detrás de la ventana y fui pimplando poco a poco. Mientras bebía prepare un plan: pasé al comedor y me abrí en canal. Saqué el hígado y lo coloqué en un extremo de la mesa, saqué el corazón y lo coloqué en el otro extremo, luego hice lo mismo con el bazo, con el páncreas, con los dos riñones, con los intestinos, con los pulmones, con la vejiga de la orina y con la próstata. Como están imaginando coloqué todas las partes blandas de mi cuerpo alrededor de la mesa como si estuvieran en una asamblea general de vecinos. Finalmente me senté en un sillón que había en un rincón de la sala, abierto en canal como si fuera un armario, para observar la reunión.
Allí estaban todos mis órganos interiores dispuestos a debatir y echar al aire sus problemas. El primero en hablar fue el corazón que dijo que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Al decir esto todos me miraron sin decir nada. El hígado respondió que lo malo para él era el paté de cerdo, los huevos y el vino, y sobretodo los disgustos.
El bazo y el páncreas levantaron la mano y dijeron cosas complejas, porque ellos son órganos complejos, adujeron; pero los demás órganos no entendieron su discurso, y la lengua, que hacía de mediadora, tiesa en el interior de un cenicero, pasó el turno a los riñones. Estos fueron contundentes, echaron la culpa de todos sus problemas a cada uno de los órganos del tránsito digestivo y añadieron que la responsabilidad superior le correspondía a la voluntad. Y al decirlo me señalaron a mi, que estaba callado y sentado, abierto en canal en un sillón del rincón del cuarto, como ya dije.
Levanté el dedo índice y pedí la palabra. Pero mi lengua estaba en el centro del cenicero, y ,aunque yo hablaba, nadie me oía. Y de ella, es decir, de la lengua salían unos silbidos graves y agudos correspondientes a un discurso que adivinamos cargado de sentido, pero inaudible.
Como pueden apreciar la reunión no nos llevó a ninguna parte ni solucionó ningún problema. El intestino ciego no veía nada claro y el intestino grueso declaró que toda la reunión era demasiado visceral y sin seso.
Yo no suelo estar de acuerdo con el intestino grueso en general, pero en esta ocasión tenía toda la razón. Y me di cuenta de que tanta visceralidad no nos llevaba a ninguna parte, pues aunque digamos que los problemas humanos los llevamos dentro, yo he descubierto que los problemas personales no existen, sino que el mundo está lleno de problemas y el pobre ser humano(hembra o varón) no sabe qué hacer con ellos.

10 de julio de 2009

UN POEMA CADA DIA, X


La tristeza nace
en la adversidad
y emerge.

Es protesta silenciosa,
que se interna en las sentinas del ser
y nos ahoga.

Pedernal duro y constante
que horada el silencio
y proclama desasosiego.
Foto de Tony Foushe

6 de julio de 2009

REFLEXIONES, VI


En el dentista

Cuando me senté en el sillón del dentista, me sudaban las manos. Respiré utilizando sólo los conductos nasales y parece que la estrategia hizo efecto porque al momento comencé a sentirme más relajado.
Me habían hecho un injerto de hueso en el maxilar superior y hoy iba a hacerme una revisión.
La enfermera era una chica pequeña que me recordaba a una amiga de adolescencia a la que llamábamos quince céntimos. Era redondita, con una cara que salía de detrás de una melena negra, recortada alrededor de la nuca. Sus ojos eran como dos pececitos verdes debajo del flequillo.
Me pidió que abriera la boca, y en ese momento volví a ponerme nervioso y la estrategia de concentración no surtía efecto. Tampoco podía respirar por la nariz y tuve que hacerlo por la boca.
Miraba a la enfermera y daba gracias a dios de que llevara una mascarilla pues yo, además de respirar descontroladamente, estaba a punto de echar un eructo.
Oí que dijo “abra más”. Y volvió a repetir “más, más, don Joaquín “ –era muy cariñosa.
Yo obedecí y abrí la boca más, más, como ella me pedía. Noté el pinchazo de la anestesia, varios pinchazos y a continuación la quince céntimos se separó de la silla y salió de la sala.
Cuando volvió ya no sentía ni los labios ni el paladar ni la lengua. Volvió a meter el instrumental en mi boca y a rascar con fuerza. Yo no estaba en condiciones de preguntar qué me hacía, pero ella susurraba:
–Muy bien , don Joaquín, está todo muy bien. Abra la boca un poco más. Le está quedando perfecto.
Y no sé si por la anestesia o porqué, me estaba quedando dormido.
-Abra un poco más, don.
Yo quería preguntar que porqué tenía que abrir tanto la boca. Pero, con los maxilares anestesiados, no sentía nada y obedecí sin más.
-Mire, don Joaquín, los dentistas venimos observando que ya hay muchas personas que están desarrollando este ligamento flexible que posibilita abrir la boca hasta que se pueda tragar cualquier cosa. Ocurre más en los hombres que en las mujeres; y como dice el doctor –se refería al dueño de la consulta, un reputado odontólogo, decano de la asociación carpetovetónica de estomatología al que llamaré X –este hecho se debe a una evolución repentina de la especie: el hombre moderno necesita unas grandes tragaderas para digerir todo lo que le echan y por razones desconocidas hay mucho varones que han desarrollado este ligamento al que el doctor X le llama “boa constrictor ligament” . Y nosotros, en esta clínica aprovechamos el momento de los injertos para precipitar la adaptación. Es como si le diéramos un empujoncito a la evolución de la especie.
Con la boca completamente abierta yo me tragaba todo lo que me decía aquella especie de bombón vestido de enfermera.
Y me imaginaba lo fácil que iba a ser en adelante cuando me hablaran de la presunción de inocencia, de la necesidad de bajar los impuestos sin afectar a los servicios sociales, de la diferencia entre anulación de matrimonio y divorcio o de lo buena que es Cristina Kichner. Porque esos asuntos antes de acudir a la clínica no me los tragaba; pero a partir de aquella intervención las cosas cambiarían radicalmente.
En eso, la quince céntimos puso las tetas cerca de mi boca. Yo creo que lo hizo sin querer, porque estaba embebida en el “boa constrictor ligament”, y la verdad es que no me pude aguantar y me la tragué.
A continuación caí en un profundo letargo, es decir que me quedé roque, y como dice el doctor X, es la fase necesaria para digerir lo deglutido. Y con la chica dentro de mí no sabía si era un sueño o efectos de la anestesia. Pero fuere lo que fuere, ya había empezado a experimentar lo fabuloso
que era tener unas buenas tragaderas.

5 de julio de 2009

UN POEMA CADA DIA,IX


Dijo que somos materia de sueños,
alimento de agujeros negros,
hijos de un dios antropófago,
palomas perdidas por el cosmos,
y palabras
que reviven en otros hombres
cada día.