28 de noviembre de 2011

Fin de año

Por fin llegó el día 365
Qué me miras
Se acabó
Eso dije
Y nada más
Pero siguen otros días
La gente está llena de tiendas
Tres semanas de nubes
Y un bizcocho de vergüenza
¿Quien quiere más?
Mira la calle mira las infinitas luces
Todo se llena de Endesas
Y nadie se electriza
Somos insensibles a los neutrones
A los protones
A los neutrocitos
Y es natural solo amamos
Lo que conocemos
Conóceme a mi mismo
Y te prometo un turrón de yema
O un paseo del brazo por la Gran Vía
Y te juro que antes de que llegue
La cuesta de enero
Pienso huir a Egipto
Con algo recién nacido
Entre gritos y golpes de deseo

Poema y despedida

Dentro de pocos días me voy a Brasil a celebrar la boda de mi hijo, estaré ausente.
A continuación un poema que escribí en mi visita al Hierro


Expectativa de fuego
Hay un pájaro de nombre para mi desconocido
ojos de peces muertos
saltan
espumas de olas
fétida ilusión del agua
al apagar el fuego
útero hirviente
husmean los perros perdidos en la playa
vibra hasta alcanzar silencio
la campa
y esperan
los dueños a la puerta,
esperan los turistas
fumarolas
sucia de besos azules la distancia.

24 de noviembre de 2011

En El Hierro



la iglesia respira
en su interior de penumbras
las casas callan
detrás de los cristales
el sol
en el altar silencioso
el golfo es fuego
allá en Frontera
las hojas
verdes aflechadas
abrazándose se besan
los cielos
copula la mar abierta
con aguas de turquesa
calma dice el aire
y las flores
viven detrás de las cortinas
no lloran
y los perros husmean
vuelan gorriones
en el azufre del volcán
el zumbido del insecto se ha roto
el roce de los roedores
y la curiosidad de las gaviotas
rompen el aire
el eco de los pasos
la sed de agua bendita
el poder inmenso de la luz
de las caricias
y el salto alegre del delfín
sobre el misterio.

8 de noviembre de 2011

Endemoniados



La pedanía de Acapo está después de pasado el túnel de la carretera general a la izquierda: unas cuantas casas rústicas de piedra basáltica negra y tejados humildes donde florecen silvestres los verodes. La tea de las puertas y ventanas se achicharra y se retuerce como los rostros de los labriegos que me espiaban curiosos.
Subí hasta la iglesia a pie porque dejé el coche cerca de la carretera.La aldea son cuatro callejas en pendiente asfixiadas por dos barrancos profundos que la flanquean.
La iglesia no era mucho más grande que cualquier casita. Tenía, sí, una puerta amplia de madera tallada y una torrecita para la campana. Los muros ,impecablemente blancos, se doraban por un sol de poniente que en la plazoleta filtraba sus rayos entre la espesura de un laurel de indias .
Aunque el cura pertenecía a la parroquia de Guardan , había elegido vivir en esta aldea, me dijeron en el pueblo cuando pregunté por él.
Lo de venir a visitarle surgió tras leer en una revista de magia y esoterismo un caso de posesión demoníaca en el que este cura se había visto envuelto. Pero , no sólo eso, el cura se llamaba como yo , Joaquín Alcorta Goyeneche .Eso avivó aun más mi curiosidad por conocerle . Yo también vivía en la Isla y trasladarme a Guardan no me iba a costar mucho.
Cuando llegué, el cura aun no estaba en casa. El aire tórrido vibraba en la distancia y de la gran ladera que trepa hacia el Teide los pinos lanzaban bufidos cuajados de resina como preludio de nuevos incendios. Me senté en la escalerilla delante de la iglesia y me desabotoné la camisa empapada de sudor. Luego de un rato de espera caminé por un callejón empinado al abrigo de las sombra de una tapia hasta una era circular y empedrada.
Cuando volví , junto a la puerta de la casa del cura había aparcado un Opel rojo.
“Ya llegó” , pensé. Busqué un timbre o una aldaba , pero no los encontré . Golpeé la puerta con los nudillos y como si el cura estuviera esperando detrás, antes de dar el tercer golpe se abrió la puerta.
-¿Don Joaquín Alcorta?– comencé preguntando, pero la sorpresa al verlo fue tanta que no pude pronunciar el segundo apellido. El padre Joaquín era idéntico a mi. Peinaba raya , llevaba gafas de poca graduación, tenía una nariz larga y fina, los dientes apiñados.
-Pase.
Un fresco agradable contrastaba con el calor de fuera. De la techumbre de una galería colgaban helechas y claveles de viento. El cura vestía una sotana de hilo y dejaba ver el alzacuellos desabotonado. Detalle mínimo de desaliño.
- Gracias por recibirme, padre, mi nombre es Joaquín Alcorta Goyeneche. Me llamo exactamente igual que usted . En una revista que informaba sobre las endemoniadas de Acoja, daban su nombre como el del sacerdote que había logrado desposeerlas. Mi interés en estos asuntos no es más que el de una curiosidad morbosa; pero como nos llamamos exactamente igual, pensé que podríamos conocernos.
El padre Joaquín con la naturalidad propia de un viejo amigo me pasó el brazo por el hombro y me obligo a avanzar con delicadeza hacia el fondo de la sala. Comenzó a contarme cómo vino hacía muchos años a este lugar de la Isla, remoto, muy remoto, entonces, y que por encargo del obispo se dedicó a las endemoniadas. Logró liberar a la pequeña comunidad de Acoja de la influencia del maligno.
-No puede usted ni pensar las cosas que pasaron: muertes de ganado, gatos en los pozos, alaridos de madrugada, visiones entre los pinares y cada poco un incendio. Me contaron que dos pobres locas ,que acabaron encerradas, profanaron la Sagrada Hostia .Yo conseguí poner coto a todo y cuando acabé el pueblo me pidió que me quedara , que no les abandonara. Y Cristo nunca abandona a sus criaturas.- Quitó el brazo de mi hombro y me cogió la mano.
- ¿Un café? –preguntó.
- Sí, gracias .¿Padre, se necesitan poderes especiales para practicar exorcismos? Seguía con mi mano entre las suyas y lo que en otra ocasión me hubiera parecido ridículo , ahora me parecía perfecto. El padre Joaquín transmitía una especie de bienestar que daba la impresión de que nos conociéramos desde siempre.
Se levantó y desde el poyo de la cocina me dijo:
-Mejor vino. Tengo una botella de un buen vino. No es “Lacrima Christi” , pero seguro que Pío XI, quien dicen que lo bebía, hubiera incluido este vino en la lista de su bodega.
Trajo un plato de pastas y rosquetes , dos vasos y una botella. Era un vino generoso, con sabor a resina, como si se hubiera madurado entre los pinares de la ladera. Apuramos el primer vaso y me obligó a mojar los rosquetes en un segundo vaso que sirvió de seguido.
- No es preciso tener ningún don especial para practicar un exorcismo. Aunque parezca irreal la Iglesia es consciente de que el demonio está en todas las partes. El demonio es el mal. Cuanto más buenos somos más nos alejamos de Satanás. Yo estuve en Roma dos años, donde acudí a estudiar Teología . Trabajé en la Rota y conocí a monseñor Altatutto , estudioso de los casos de posesión demoniaca en la diócesis de Roma. Los testimonios sobre casos de participación del diablo en todo tipo de acontecimientos eran clamorosos. Hablo de casos extraordinarios y de incursiones en todas las esferas de la vida cotidiana. Archiconocido es el famoso asesinato de las doncellas de Villa Natella en la Vía Apia ¿ recuerda? , dos niñas de apenas trece y doce años que aparecieron atadas al tronco de un mismo árbol en el jardín de su lujosa residencia, con un cuerno de cabra introducido en su sexo aun púber. Y el caso del lechero- me miraba sonriente buscando asentimiento a sus relatos-que echaba polvo de mandrágora en la leche que vendía a sus clientas y después de cierto tiempo accedía a ellas cada mañana. Accedía, ¿comprende?- repitió esto como si dudara de mi perspicacia- En una ocasión organizó una bacanal en el sótano de la lechería. Todas las asistentes se untaron la vagina con belladona y volaron. En las investigaciones de monseñor Atatutto se comprobó que el lechero era el mismo diablo. ¿Cómo, sino, hubiera podido copular en un mismo acto con unas quince mujeres? ¿Y por qué quince y no trece o dieciocho? Porque el número de la niña bonita es también el día en que florece la mandrágora , quince días antes del día de San Juan, cuando al llegar el solsticio de verano las brujas se reunen y queman sus ansias en el fuego. Ése es el origen de la hoguera ¿Lo sabías?
De repente me tuteaba. Hablaba apaciblemente. Su vehemencia , pues era vehemente en su exposición, se hacía sentir a través de la versatilidad de su discurso que adornaba con citas de autor , metáforas y adjetivos precisos. Yo lo miraba; no cuestionaba nada ; no me sentía molesto de verme como si hubiera salido de mi y me observara a distancia. Era tan igual a mi que parecía mi imagen en un espejo. Sin embargo ni me extrañaba ni me disgustaba; todo lo contrario, me agradaba. Estaba viendo al ser que yo hubiera querido ser : libre, culto, desinhibido, locuaz ,afable, obsequioso...
-La práctica del exorcismo es un rito. Nada se deja al azar. Al igual que en la Santa Misa mediante la consagración la Hostia , que era un trozo de pan ácimo, se convierte en Cuerpo de Cristo. Cuando se practican los ritos del vade retro y se invoca la ayuda de Cristo , la Cruz vence a Satanás y el espíritu se libera. El alma vuelve impoluta al cuerpo de quien estaba poseído.
-¿Pero, no es cierto que la Iglesia ya no cree en los poseídos; que la inmensa mayoría de las posesiones eran simples ataques de epilepsia?
Se volvió a mi con un gesto despectivo y exclamó:
- ¡Pajadas! – y me pidió perdón por el desliz. Me explicó que la opinión más docta de la Iglesia aceptaba la presencia del maligno entre los hombres, la posesión y el exorcismo como método de liberación.
Se levantó y trajo la segunda botella de vino. La luz del sol era muy tenue y las sombras se estiraban por la pared desde la mesa. Bebimos más. Le pedí agua, pero me dijo que era una blasfemia mezclar el mejor vino con agua.
- Recuerde las Bodas de Canaa. Venga.-se levantó y abrió la puerta que daba al patio.- Le presentaré a Fe y Esperanza , las famosas endemoniadas. Bueno, exendemoniadas .Cuando yo vine aquí, el obispo me puso al frente de esta pedanía porque se habían producido varios casos de posesión demoniaca. – Hablaba sin parar mientras caminaba hacia el patio que daba a la calle por la que yo caminé antes de entrar en la casa. Estaba bastante oscuro y la enorme ladera se erguía como una gran tramolla taponando el horizonte. Los pinos extendían sus brazos desdibujados por el atardecer. Llegamos a la era empedrada y desde allí por una senda hasta una casita con ropa en la azotea. Abajo, infinitamente lejos, el océano era un plano horizontal al encuentro de las montañas. El sol ya se había escabullido.
El padre Joaquín abrió la puerta sin llamar .En el centro de la habitación dos mujeres con la mirada fija en la mesa rezaban el rosario; cada una por separado.
-Ave María purísima-don Joaquín se plantó en el centro de la sala.
Ellas contestaron y se persignaron atropelladamente.
-Os traigo un invitado para cenar esta noche- Miró hacia la cocinilla . El fuego estaba apagado y no había rastro de comida.-¿No hay nada para cenar?
Las dos hermanas se levantaron de la mesa y corrieron hacia el poyo de la cocina .Encendieron el gas y la llama azul hacía bailar las sombras. Un puchero de arcilla se hizo añicos por el suelo. La más vieja se agachó y sumisa me pedía perdón.
-Venga,- dijo él –Estáis a oscuras como si esto fuera una cueva. Enciende la luz. La cena ya tenía que estar hecha. No me gusta que hagáis el vago. Hoy no habéis hecho nada. El diablo se aprovecha de vuestra vagancia y abrirá las puertas de vuestro cuerpo. Enciende la luz te he dicho. Queréis perderos . El trabajo es una muralla, una defensa. Yo trabajo todo el día y Dios está conmigo. Pero ahora qué.
La estancia se iluminó con una bombilla de 60 voltios . El cura seguía increpándolas, cada vez más.
-¡Miradme!-grito y golpeo la mesa con la mano.
La que había tirado el puchero era una mujerona de ojos negros redondos y pelo cano que manaba abundantemente por debajo del pañuelo hasta cubrirle la frente. La otra era de facciones alargadas. Tenía un labio leporino y en su expresión la huella de infinitas desgracias .La presencia del cura las azoraba.
El padre Joaquín descontrolado, insultaba a las mujeres. Sus ojos enrojecidos se cargaron de lágrimas y se empapó de sudor .Golpeaba la mesa repetidamente y les pedía que preparasen algo de comer deprisa. Yo también tenía mucho hambre. Él sacó unas raíces secas de debajo de fregadero y me invitó a ingerirlas con otro vaso de vino. Un tufo a comida agria llenó la pieza. Quise apaciguarme. Las mujeres corrían de una esquina a otra de la sala y él les preguntaba:
-¿Y la ropa , qué pasa con la ropa? Tengo que cambiarme de sotana todos los días. Apesto a sudor. Huele. Se desnudó y ellas lo acostaron en un colchón. Mi cabeza daba vueltas, pero seguí bebiendo y comiendo aquellos hierbajos. Quise salir de la pieza, pero caí al suelo. Cuando me desperté estaba empapado de sudor, acostado entre las dos hermanas y el cura esparciendo agua sobre nosotros con un hisopo.
-Ya le dije, colega –me dijo – que el demonio no descansa. Gracias a mi, está usted libre del maligno. Cuando salgamos, pasaremos por la iglesia para dar las gracias al Altísimo. Pero antes ellas le prepararán un desayuno. No tema por su aspecto.
Las miré, y él sonrió.-Me refiero al desayuno, es un puré a base de unas pencas que cultivamos en el huerto; no tema, le sentará bien después de haber estado poseído.
La piedras seguían retorcidas y las calles cuesta arriba. Joaquín Alcorta Goyeneche me abrazó y me dijo que si volvía otro día le avisara antes. Nos despedimos.

Melancolía


Esta mañana he sentido el hormigueo de la plaza
Los jardines susurraban
Una canción centenaria
Era viento hecho palabras
Y nadie bajaba a oírme
Nadie había detrás de las ventanas
Tan solo un camposanto

Phoebe Ann Traquair


En los dorados campos de tu melancolía
Blancura y desnudez
Se entregan
Llega la música de un arpa
A un tiempo de pájaros, serpientes
Para limitar los sueños.

31 de julio de 2011

VACACIONES







Queridos amigos:





Me voy a pasar dos meses en Edimburgo, y aunque entraré de vez en cuando en la blogería, no podré, pienso, editar cuentos y poemas como lo hago ahora.





Deseo que pasen un feliz verano. Volveré antes de las próximas elecciones.





Un fuerte abrazo para todas/os. Vamos, un abrazo bisexual.





28 de julio de 2011

Negro final




Una claridad intensa se colaba por los postigos del dormitorio. Armando y Tere se despertaron.
-¡Qué raro , las tres y veinte y ya es de día!
Armando saltó de la cama y abrió la puerta del balcón. Un sol de mediodía iluminó la habitación. Miró a la calle y la vio vacía.
- Pon la tele – dijo Tere , y la conectó ella misma.
En la 7 del canal plus se mostraban imágenes de ciudades europeas en pleno día. - Un milagro. Es un milagro – decía una viejecita a la puerta de una iglesia.
El director del Astrofísico de Somosierra decía que no podía opinar. No era comprensible desde ninguna lógica, ni saber humanos, que el sol se hubiera plantado a las tres de la madrugada en su cenit .Algo se ha movido. ¿La Tierra , el Sol?
En Nueva York , Manuel Frutos informaba directamente desde la sede de prensa del Pentágono .
- Grupos de expertos analizan la situación. Lo imposible está ocurriendo. Armando, inquieto, bajó a la calle, se dirigió a la plaza. Don Álvaro, profesor del instituto de segunda enseñanza, decía que ya en otras ocasiones habían ocurrido fenómenos como el presente.
- La muerte de Jesucristo fue acompañada de una oscuridad que cubrió la tierra y se sintieron temblores en todo el orbe.
- Eso pudo ser un eclipse. Y además , no se ha muerto Jesucristo.
- Eso es lo que tú no sabes- replicó el estanquero.
Varias horas después la gente corría apresurada por las calles camino del trabajo y los coches polucionaban el ambiente como cada día.
Armando encontró a Tere en casa haciendo las camas y escuchando canciones en la radio. La tele, en la sala de estar hablaba para nadie. Un señor inglés, decía que el nacimiento de Ganesha , el dios indio con cabeza de elefante, fue celebrado con tres día de sol constante.
-Bobadas- pensó Armando.
Pero desde aquel día el sol no se movió de su posición, y al llegar la noche, es decir, las horas que hubieran correspondido a la noche, la gente paseaba por las calles del pueblo sin decidirse a volver a casa. Comían helados y bebían refrescos como en las fiestas del pueblo en pleno agosto. No dormían. Hubieron de pasar varios días para que los cuerpos comenzaran a notar el cansancio y con él llegó el desorden; la malagana y el desasosiego. Algunos aprovechaban para trabajar más horas.
Armando se amoldó a la situación y como muchos comerciantes dobló el horario del almacén :abierto mientras durara el fenómeno solar.


-¿Te das cuenta Tere?- se frotaba las manos – el mercado enseguida se adapta a la realidad. Esto va a suponer una reactivación de la economía.
-Dirás lo que quieras, pero yo estoy rendida. Antes llegaba la noche y hala, a la cama , pero ahora se acabó. Esto es un desorden. Ayer mismo la vendedora de Limpiagrato me llamó a la puerta a las cinco de la mañana. Algunas se pasan. Luego está lo de los rayos Uva. Todo el mundo dice que producen cáncer.
- Si hiciéramos caso de todo lo que se habla no saldríamos de casa -replicó él.
Pasó el tiempo y comenzaron a escasear el agua y los alimentos. Los países más desarrollados acaparaban provisiones. Se divulgó la noticia de que la tierra estaba ahora iluminada por dos soles. Ya nunca habría noche.
- No sé donde vamos a llegar. Lo único que queda en la tienda son lámparas.
Los campos secos, las tierras cuarteadas y polvorientas, los cauces de los ríos , pedregales .La Organización Mundial de la Salud aconsejaba usar velos y chilabas .O el burka talibán para evitar quemaduras.
-Joder, ahora como los moros, todos con chilaba.
Armando no quería ceder a los consejos de la OMS , pero pronto comenzaron a aparecer los primeros datos estadísticos sobre el cáncer de piel. Los hospitales estaban atestados y se recomendaba a los enfermos la reclusión domiciliaria para facilitar la tarea de los médicos. Melanoma Solaris, manchas canelas en los lóbulos, párpados y labios. En fases avanzadas multiplicaban los lunares disformes por el cuerpo, se producía descamación y supuraciones.
Masas de ciudadanos volaban a los países de luz intermedia. Multimillonarios del planeta se trasladaban a Manchuria , donde la luz solar era la del alba. Pero pronto los gobiernos de Beluchistán, Turquestán, Afganistán, Pakistán, Rajastán , parte del Indostán , países albinos-así los llamaban ahora- promulgaron leyes de protección de fronteras para frenar la avalancha de inmigrantes.
Cuando Tere le preguntó a Armando que qué tenía en el pabellón de la oreja, éste comprendió que tenía un melanoma. Se puso la chilaba y un turbante azul , pero ya era tarde. El cuerpo se le llenó de lunares y de las inglés se le caían trocitos de piel por el roce de los calzoncillos.
La noticia de que en París el “Institut de la Recherche sur le Cáncer “ estaba probando una nueva vacuna para combatir el “melanoma solaris” llevó al matrimonio a la capital de Francia cargado de esperanza.
En el Institut de la Recherche una recepcionista, con velo de flores malvas trabado al cabello , les atendió amablemente y les condujo hasta la sala de espera.
El doctor Weisermann les atendió en su despacho, alumbrado por una lámpara , cerradas todas las ventanas y con un ventilador de techo.
- Don Armando – leyó en la ficha que le pasó la enfermera- la solución es la vacuna. Como usted sabe es una vacuna en periodo de prueba, pero el melanoma se ha convertido en pandemia y es preciso arriesgar. El instituto tiene pruebas de que tras las primeras dosis la enfermedad empieza a remitir. Las manchas se convierten en costras que con el tiempo caen. En algunos casos se administran corticoides .El medicamento actúa sobre el núcleo de la célula cancerosa interrumpiendo su actividad reproductora.
Sonrío y esperó a que Armando sonriera. Luego prosiguió:
_Pero, debo advertirles de algo- el doctor garabateaba sobre un papel – usted se va a poner muy moreno.
-¿Moreno? – preguntó Tere, y a continuación se tapó la boca con la mano.
- Sí, -respondió el doctor- muy moreno. En realidad se volverá usted negro.
-¿Negro? – Armando con ojos pitarrosos y turbios miró a Tere, que le susurró: no te preocupes, también los jugadores de balón cesto son negros.

12 de julio de 2011

La Pueyos







Mi madre decía: “A tu padre lo perdió el juego”.
Cuando pasaron los años , después de que un infarto se lo llevara al otro mundo yo me di cuenta de que él no fue ni bebedor, ni peleón , ni mujeriego. Su única debilidad, como decía mi madre, era que salía de casa a echar la partida y se jugaba en el bar hasta la última perra.
En los años de la posguerra los casinos de los pueblos no eran casinos de juego.
- ¿Manolo, también esta noche vas a salir?- mi madre recogía la mesa y mientras llevaba los platos a la cocina mi padre ya estaba dispuesto para largarse.
- Acuéstate que yo llego enseguida.- le gritaba desde la puerta.
- ¡Ay, señor! Otro día hasta la madrugada.
La mayoría de la gente pasamos un tercio de nuestras vidas durmiendo; mi padre debió pasar gran parte de la suya entre el humo de los cigarros de picadura y el olor del “Soberano” en los reservados de un bar o del casino del pueblo.
De casi todo me enteré cuando pasó el tiempo. Porque de pequeño las cosas te dan pena o te dan risa, pero no se entienden.
Una tarde, doña Lucía, una viuda enlutada, de cabello y tez de magnolia, se acercó a mi madre, la tomó por el brazo y con la seriedad que requería el comentario, le dijo, al oído:
- Ayer, en el bar El Siglo XX, tu marido perdió quince mil pesetas. Le ganó Rufino.
Yo, que estaba jugando con un camión de madera debajo de la mesa, oí a mi madre exclamar:
- Por dios, mejor, no me lo diga..
- Tómatelo con resignación, Alicia.
Mi madre se restregó los ojos y dijo que la vida era un infierno.

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La Pueyos era una mujer chata y gorda que tenía horror a las tormentas. Un trece de agosto , después de comer, el cielo se puso negro. La Pueyos cogió a la cría de la mano y se fue a casa de la vecina.
Cayó un rayo en el campanario de San Francisco, y la centella entró en su casa, destrozó las tres sillas que tenía, la mesa, la loza que le acababa de regalar su marido y partió en dos, como con un hachazo, la puerta del dormitorio.
Un día más tarde, sin enterarse de lo de la centella, su marido , camionero de oficio, se mató en un accidente.
Colocaron el ataúd a la entrada de la casa y con una tabla y clavos sujetaron la puerta del dormitorio para poder cerrarla. La Pueyos lloró tanto que durante años le quedó un suspiro de dolor : ay dios mío.
Para sacar los críos adelante, cuatro, trabajó de limpiadora, que era lo único que podía hacer una viuda sin posibles. Su madre, seca como una correa, con pelillos en la barba, y nervios de arriba abajo, le cuidó la prole.

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Al poco de nacer yo, a mi madre se le retiró la leche. En la posguerra no había leche en polvo, así que me buscaron una ama de leche.
La Pueyos, acababa de tener un hijo de soltera. A mi madre le dijeron que no se fiara , pero el doctor Luis Angel le dijo que era honrada y muy limpia. Mi madre no se lo pensó dos veces, la trajo a casa y desde el primer día yo perdí mi ayuno.
- A la Pueyos la tienes que querer como a tu segunda madre- Me decía a mi madre verdadera.
No era necesario, La Pueyos me quiso desde la primera teta. Se quedaba en casa. Aprendió a cocinar con mi madre, a coser, a hacer calceta y a preparar conservas. En vacaciones íbamos de vacaciones al norte. Y para la Pueyos la señora Alicia era toda una señora y su marido un caballero..
Cuando cumplí los siete años, la Pueyos se casó con un hombre delgado, de ojos rasgados y boca grande : un camionero que vino de sur a trabajar.
Los años que pasó con él, pocos , hasta que el rayo entró en la casa, fueron sus únicos años buenos: cambiaron el pavimento de la casa, pusieron un vater en el patio e hicieron un corral nuevo para las gallinas. En la cocina levantaron un poyo corrido para la cocinilla nueva y el fregadero. Compraron una cama grande y un armario con espejo.
Por eso cuando murió su marido fue como un viaje a un lugar muy conocido.
- Y es que algunos no quiere Dios que salgamos de pobres. Ni aun que tengamos cuatro críos.- Uno, que ya tenía y tres más del matrimonio.
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-Manolo , así no podemos seguir .Yo necesito una seguridad. Hace más de un mes que no me das dinero – Oí a mis padres pelear furiosos dentro del cuarto.
-¡Joder! Ten paciencia , que hoy no puedo ¿Os ha faltao algo, alguna vez?- Mi padre usaba la segunda persona del plural convencido de que la familia era su responsabilidad. Pero ya nadie le creía.
Mi hermana y yo desde nuestra habitación oíamos llorar a mi madre , y a mi padre, que gritaba: “Me cago en la mujer de dios, que más cojones quieres” - Y cuando él callaba , se oía una llantina como de niña pequeña que apagaban nuevos gritos.
A veces , mi madre se ponía derecha y le hacía frente :
- Manolo , por dios, ya debemos tres meses de colegio de los chicos. Me da vergüenza. Yo ni salgo, porque no tengo que ponerme. Hace más de seis años que tengo los mismos vestidos. Y del abrigo, ni hablemos. El mejor día, cojo y me largo.
- - Vete, vete , que por ahí atan los perros con longaniza. Qué tonta que eres.

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Cuando mi madre fue a Bilbao un invierno a cuidar de mi abuela enferma, ya nos habían cortado el teléfono por impago. Y hasta para comprar sellos teníamos problemas.
- A la mamá le diremos que estamos muy bien, que no se entere de que casi no nos da dinero.-decía mi hermana mayor, que demostró aquel invierno unas dotes para el ahorro que hasta sorprendieron a mi mismo padre. Y también ella nos decía a mi otra hermana y a mi, que lo peor de nuestro padre es que era un irresponsable.
Aquel invierno mientras mi madre estaba fuera, entre mi padre y un vecino se llevaron los muebles más lujosos, la máquina de coser, la radio y la nevera. Todo lo que pudieron , para que cuando vinieran del juzgado a embargarlos no encontraran nada que valiera la pena..
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- Mira, vete a casa de la Pueyos que te dará algo para mí.- me dijo mi padre dándome un golpecito en el cogote: “ve rápido que te espero” –miré hacia atrás y vi como se prendía el pitillo.
La Pueyos al abrir la puerta me abrazó fuerte y me besó.
- Estás hecho un hombre. Ya tienes quince añicos ¿eh? Siéntate y come algo. ¿Sabes? Ángel ya trabaja.- Ángel era su hijo mayor, mi hermano de leche
Los hijos más pequeños jugaban por el patio y subieron a verme.
- Venga, iros abajo que no dejáis comer al chico.- La Pueyos me servía la comida y retiraba los platos, arrastrando su gordura de la mesa y a la cocinilla.
- Espera un poco; ahora mismo vengo -Aun iba de luto riguroso por su marido. Subió una escalera estrecha y cuando bajó llevaba un sobre en su mano de piel ajada de tanto limpiar baldosas.-Toma; no lo pierdas que hay dinero dentro. Y dile a tu padre, que te ha dicho la Pueyos que no se apure por devolverlo.
Yo la miré con el sobre de dinero entre mis dedos sin saber muy bien en que bolsillo meterlo. Y ella siguió:
-Que a tu padre lo ha perdido el juego, pero no es ni borracho, ni mujeriego. – Me abrazó otra vez y con voz cortada añadió: “Algunos nunca tenemos suerte , hijo mío”.

4 de julio de 2011

ATENAS





Lógica peripatética, orden de Europa a Palas, rebelión de los tres órdenes arquitectónicos, el fuste se levanta, el frontón se enfrenta y la metopa topa, increpa al Sacro Imperio la voz del ágora, el mar Egeo tiene una pleamar de gritos y salas insonorizadas, el Papa no surge, el solideo se esconde, se sorprende el Renacimiento y el Barroco ronca, Calvino clama, tiene una cuchilla de sajar gargantas,

inyectan oro del Rin en la vena de los Nibelungos, ruedan los anillos y las erres, la gula huele, solo es roja la patata, la tierra es fango y el agua es pesticida, frío en ríos que fluyen al mar Negro, frío en los ríos del mar del Norte, en las playas extensas, soledad del alma, de viejos Friedrich asomados al abismo, de un weltamschauung exclusivo, de vestidos mimosamente rematados, de bolsos de cuero, cuero de culebra, zapatos para marcar el paso, abrigos de cachemir, bufandas Vouiton y guantes para evitar contactos,y un diamante se desliza insolentemente por el canal silencioso de las valkirias,por los hermosos senos de choucroute, por los pezones de la glotonería,

los relojes marcan la hora exacta de su nacimiento junto a los lagos de Helvetia, horas congeladas, ordenadas, horas de chimenea y de costumbre, la hora justa , nórdica y productiva, la hora de Ratisbona, de la eléctrica, de la mecánica, de la electrónica, de la física, la química, la farmacéutica, la hora apolítica por excelencia, de la paz y la estricta conveniencia, la hora de la lógica y el abandono de innumeras voluntades y una razón, la razón pura, no al tabaco, no a la grasa, no a la comida a deshoras, no a las noches de troche y moche, es la hora aséptica, la hora de la copula sumergida, de tragar la sopa de pie en los supermercados, de las enzimas, del magnesio, del aceite de argán, del viento del este

del sol del sur que quema y adormece, Palas llora con máscara y coturnos, Zeus la expulsó del Olimpo y hace frío en las ruinas de mármol, hiela en la Hélade, los bárbaros le dan de lado, hay helado danés en el barrio de la Placa y granizado en el Pireo, los niños ñoños van cogidos de la mano, ya no copulan los dioses, no queremos héroes en los mercados, solo gentiles educados, Hércules hace aguas mayores detrás de las columnas, las dóricas tienen sonrisa arcaica, las jónicas, exótica, un reino vegetal de cucurbitáceas, no se ven ropajes clásicos, ni cánones canónicos, en las estelas funerarias se cambian dracmas por euros antes de que llegue el Cíclope, antes de sucumbir al imperio del ojo único, Ulises y Hércules se orinan, es dorada la lluvia de los dioses y el canto erótico de las sirenas, lanzan sus pechos flotantes a las naves que surcan los mares de China, las televisiones no rifan viajes, se acabaron los cruceros por las islas griegas, las cuentas corrientes no tendrán vajillas, y solo quedarán restos de musaka y queso feta en la plaza Sintagma.

28 de junio de 2011

POEMILLA




Hoy un poema corto e intrascendente para una tarde de verano ardiente:

Mi pueblo tiene un acantilado
Muros de rocas que el mar visita
Piedras y arena que la mar baña

Y van los peces
con ojos grandes
y con escamas
como cristales

Dentro del agua, todos bañistas
fuera del agua, todos turistas

22 de junio de 2011

POEMA



qué queremos, su compasión, su simpatía, queremos vida, que nadie llore, el valle es amplio, amplio e inmenso, como un entierro, triste y eterno, el fin del muerto, un presupuesto, fruta, verdura, huesos, basura, eso no vale, si no hay petróleo, ahora qué hacemos, si tu te quedas, yo aquí me quedo, no importa nada, me importa un bledo, baila la bolsa, baila el obrero, los niños bailan, bailan las madres, todo funciona, nada se atasca, sube la bolsa, suben los bonos, la ratio sube, bajan los ríos, bajan los bosques, bajan los mares, sube la bolsa, las nucleares, sube la cuesta, sube el peaje, la carretera, y ahora qué hacemos, con eso basta, no hay gasolina, allá va el trigo, va allá la avena, maíz y millo, papas y leña, caña de azúcar, mi coche arranca, tu coche llega, llego a mi casa, llego a mi tienda, nada se para, todo funciona, comamos hierba, arroz nos basta, las vacas pacen, las vacas mascan, panza, bonete, librillo y cuajar, gases por dentro gases afuera, esto me huele, mi coche arranca, marchan los trenes, las limusinas y las infantas, todo está limpio, nada poluto, marchan los tanques, van a la guerra, todo es un todo, con todo basta, más nucleares, fisión, fusión, qué confusión, vaya una lata, la tierra tiembla, tiemblan las nubes, no llueve agua, la gota fría, la gota gorda, la gota regia, la puta gota, esto no para, esto es un ciclo, es una etapa, una escalera que sube y baja, no me pregunten, la rueda gira, la bolsa sube, la bolsa baja, más nucleares, más energía, sal y respira, todo impoluto menos el luto, los cementerios riegan los pueblos, riegan los huertos de cosas raras y muchos muertos, si somos tantos qué nos importa, la vida es breve, la vida es corta, corta y barata, vida de rata.

16 de junio de 2011

POEMA








Ahora, cansados ya de hablar a los adoquines,
Cuando vuestro chorro de lluvia de primavera se manchó de barro,
Cuando dijeron, son rebaño,
Cuando la portavoz de la línea recta cortó sus uñas sobre vuestras cabezas,
Cuando los gritos pedían silencio a gritos
Y el silencio era un ¡hurra, up, up, hurra!

Algunos tímidos os piden un colchón y manta en la acampada,
Quieren marcar el paso, compartir el ritmo, cantar canciones.
Os piden las manos blancas, los esparadrapos en los labios.
Están hartos de bonos, de precios de referencia, de tipos al alza, de productividad, de copago, de deflación, de Frankfurt, de Londres, del Nasdaq, y del Banco de España.
George Soros no llora, de Bill Gross no llora, Botín no llora y Billy el Niño mata.

Están hartos de la Almudena, de la Macarena, de la Blanca Paloma, del Matamoros.

Ahora que la bestia ha despertado y se despereza sobre la manta que dejasteis extendida por la plaza,
Ahora que se han dado cuenta, quieren comer con vosotros.
Tráteme de usted, don.
Yo no pregunto, yo contesto, yo le digo, yo no pido, yo le exijo, cambie de sentido, cambie de marcha, querer es poder, poder es querer, usted lo dijo.
Aquí todo cabe, menos los otros. Mi cinturón de castidad lo llevo puesto. Tú no entras, tampoco el otro, tampoco ellos, solo nosotros.
Una soft ware fagocita discursos, come ideas tiernas, come guisantes, come lechugas de temporada, come pensamientos y poemas nuevos.
Toma la tristeza de un blues y el desgarro del flamenco,
Saca el saxo y las guitarras, saca el sombrero y baja al metro,
Que vean el desprecio, que sepan de miradas, que se pellizquen, que se sientan, que se toquen, que se huelan en medio del insomnio, que recojan sus lágrimas en vasos de plástico y las vendan.
Y con los beneficios de todas sus heridas, que paguen la hipoteca.

2 de junio de 2011

Hola amigos

Últimamente no he podido estar en contacto con vosotros porque algo funcionaba mal en mi ordenador y me impedía acceder al escritorio del blog. Parece que ya todo está en orden. Espero seguir colgando mis cuentos, mis poemas, y leer los vuestros.
Besos a todos
Joaquin

ABDUCIDOS


Desde la Virgen de agosto los termómetros marcaban cuarenta grados. Con este calor la cuesta desde la plaza al portal de su casa se hacía interminable. Sergio sentía opresión en el pecho y el polvo en suspensión desataba el pitido de la alergia. Subía la cuesta sin mirar al cielo donde nubarrones de insectos desaparecían confundidos con la calina. Se apoyó en la verja de la entrada para recobrar aliento, el sudor le corría por la cara y por el tórax y buscó el llavín en el bolsillo. El césped amarilleaba y en un rincón un rosal reseco mostraba una flor superviviete.
Entró en la casa y se dejó caer sobre el sofá. El ventilador del techo giraba en la máxima velocidad, se quitó la camisa y dejó que el aire le refrescara. La televisión mostraba imágenes de la plaga de minilangosta africana que se extendía por el archipiélago.
Laura entró en casa, dejó en el suelo las bolsas de la compra y con un trapo intentaba dar caza a varias langostas que se habían colado en la vivienda, y se quitó la blusa rosa de viscosilla.
-Ay, amor, de esta nos derretimos. -Cogió las bolsas del suelo y se precipitó a la cocina .-Voy a hacer el almuerzo antes que corten el agua.
La televisión se calló y las aspas del ventilador dejaron de girar. Sergio sintió que la falta de aire le oprimía los pulmones. El pitido comenzaba de nuevo. Reclinó la cabeza sobre un brazo del sofá y extendió los pies sobre la mesita de centro. Las piernas le pesaban como sacos de arena. Se le habían dormido. Se las frotó con fuerza. La falta de suministro eléctrico trajo un silencio que invitaba al sueño. Se adormiló.
Laura le trajo una taza de café y le puso varias cucharillas de azúcar . Sus uñas largas, pintadas de rosa, destacaban sobre la loza blanca.
- Toma, mi amor, que el aroma del café revive y la empina -la carcajada dejó ver la dentadura.
Sergio cogió la tacita y acarició la nalga de Laura. Laura agradeció el esfuerzo.
En el único supermercado del pueblo, una tienda destartalada donde vendían de todo, Fabián había traído una partida de ventiladores baratos que compró todo el mundo, y varios aparatos de aire acondicionado que funcionaban con agua.
- De qué vale tanto aparato si no tenemos corriente.-Laura se abanicaba.
- Abre la ventana -suplicaba Sergio entre pitidos de asma.
-Mi amor, no es posible; si abro, esto se llenará de langostas. Margarita y su marido están igual. Parece un gripe, nadie se salva. Toma la radio. Gracias a dios, aun tenemos pilas.
Sergio notaba que cada vez tenía más dificultad para moverse, sentado frente al televisor esperaba las imágenes como un búho al acecho. Necesitaba las imágenes para vivir. El sudor le resbalaba del cuello al vientre; y movía las piernas con ayuda de los brazos.
-Sabes, mi amor, Armando y Lucio están como tú. No pueden moverse .Con lo dinámico que es Lucio y creo que está en la hamaca todo el día; se la pasa zapeando de la Belén Esteban a “Supervivientes”.
Las langostas se chocaban contra los vidrios de la ventana como locas.
-Mi amor, míralo allí en el espejo. – Se removían unas sobre otras como en un sueño daliniano.
Pero Sergio sólo podía ver el televisor que en aquel momento estaba encendido. En la pantalla un grupo de señoras aplaudía. ”Y ahora vamos a publicidad” dijo el conductor del programa. Y Sergio sintió un alivio en los pies y comenzó a respirar como si le hubieran inyectado un “antiestamínico” en vena.
Pero cuando al cabo de unos minutos se cortó la luz de nuevo, el sueño y la pesadez aparecieron. Laura presionó un botón de la radio, porque las noticias de la cinco le calmaban la desazón.
Sergio dormitaba, las imágenes acudían confusas en el duermevela. Se durmió definitivamente mientras acudía a una manifestación de independentistas en Timor. La dirigente de una ONG en Burkina Faso hablaba y Sergio recorría la sabana deteniéndose en poblados a los que llevaban gafas para solucionar los problemas de vista cansada del hechicero.
Aunque no había agua, Laura quiso refrescar a Sergio .Vertió una botella de agua mineral en una palangana, lo desnudó como pudo y lo lavó con una toallita mojada. Entre los dedos se le quedaban trocitos blancos de piel, que al tacto le parecían granitos de arena, Lo colocó sobre el sofá y notó que tenía una rigidez de difunto. Telefoneó al médico, y le dijo que era una plaga que se curaba viendo la televisión, pero que a su vez pensaban que las ondas hertzianas podrían ser responsables.
Fernando el dueño de la ferretería estaba igual, el de la tienda de bolsos y el portero de seguridad social tenían los mismos síntomas. Y el portero del cine, el otro día se quedó rígido durante la película de “Rosas Mary’s baby” y tuvieron que llevarlo a casa envuelto en un rollo de papel de estraza.
Pasados unos días Sergio se quedó como una vela frente al televisor apagado y, como cortaron la corriente a causa de unos incendios cercanos, cayó en aquella especie de coma.
Laura cubrió a Sergio con una sábana de hilo y observó que los callos de los pies estaban duros y fríos como el alabastro. El resto del cuerpo, de piedra caliza.
Tenía momentos lúcidos y podía ver cuanto acontecía a su alrededor, pero no podía comunicarse en absoluto. Desposeído de movimiento, veía a Laura desesperada que le palpaba y le ponía la mano en el corazón a la espera de detectar un hálito de vida. Ahora Sergio era un voyeur. Sólo veía lo que tenía delante, que la mayor parte del día era el televisor apagado
Pasada la primera semana de inmovilidad total, Laura buscó ayuda en las autoridades, que sobrepasadas por el acontecimiento se desentendían del asunto; un número, aun no determinado, pero muy alto, de ciudadanos y ciudadanas habían quedado inmovilizados. Quiso obtener un certificado de defunción, pero el aspecto de la estatua en que se habían convertido era tan veraz, tan vivo y expresivo que los forenses dudaban en aconsejar la sepultura de aquellos difuntos vivos.
Laura, con gran dolor de corazón, metió a Sergio en un cuarto vacío y le colocó un edredón sobre la cabeza para preservarlo del polvo. Durante varios meses entraba con frecuencia en el cuarto y le colocaba flores. El la veía y se lo agradecía íntimamente. Pero pasó el tiempo y Sergio sólo oía el ruido del silencio .Pensaba que con toda seguridad estaba muerto.
Un día una sobrina de Laura lo cogió y con la ayuda de otras personas lo colocaron en un rincón del salón. Alguien comentó que lo mejor para esta nueva especie de humanos abducidos era dejarlos frente al televisor como las momias de los faraones.

20 de mayo de 2011

POEMA

soy vosotros, cristal roto sobre el pavimento, vidrio frágil y disperso soy, soy el sol de la puerta, destello ardiente de mediodía, a veces quemo con mil fragmentos sin acero de navajas, no entono salmos ni canto himnos a la madre patria, luz, solo luz rota e intangible, quien me toca hace sombra

19 de mayo de 2011

POEMA

Los jóvenes no quieren orinar en las aceras,
ni regar con cascos de cerveza el pavimento;
saben que pueden horadar la lona con una navaja,
pero las navajas son antiguas
armas blancas.

Desde el balcón de presidencia la voz que amenaza
llora,
los periódicos ponen tiritas en las cabeceras.
Un si, pero, quizás, o sea
se desliza con sigilo,
y la puerta del sol
seguirá en pie hasta las últimas campanadas,
y bailarán mirando atrás sin ira,
libertad, libertad, sin ira, libertad.

La metamorfosis ,
la metástasis,
los virus,
las bacterias,
la insistente procreación de las termitas,
el agua sin canales avanza,
cáscaras de plátano sin previo aviso,
la tarta de cumpleaños sin crema, ya llega
voces, ecos, carcajadas,
el contrato social en wikipedia.

Nadie quiere orinar por las aceras.
Hay rincones ciegos. Lo sé.
Imbornales empozados. Lo sé.
Un hedor a estomago vacío. Lo sé.

Por favor, antes de que crezcan garras en mi lengua,
antes de que la Puerta del Sol
sea la Plaza de las Ventas
erradiquemos la halitosis y las muletillas:
y que lluevan palabras recién nacidas.





12 de mayo de 2011



Las ratas

Cuando murió su marido, a Dorotea se le cayó el mundo encima; se acobardó y nunca más salió de casa. El trabajo era un fin en sí mismo y ella trabajaba sin cesar. Su gran placer era la comida y por ello su mayor talento la cocina donde antaño pasaba horas fregando y cocinando para su marido y luego para sus hijos y, cuando estos se casaron, para sus yernos, nueras y nietos.
Tenía otros saberes: planchaba muy bien las camisas y los manteles, sacaba brillo a las lámparas; pero no tenía gusto ni para el ornamento ni para el orden. Después de una limpieza de horas, Dorotea dejaba en cualquier lugar las escobas, las pinzas de la cera y los trapos para el polvo.
Josetxo, su marido, le dejó dos rentas que fue devorando el tiempo, y una casa vieja, su única casa, a la que los años le daban zarpazos. Por eso Petrequillo, el carpintero, vino a repararle la tarima del suelo.
- Toma, siéntate y toma un chiquito antes de empezar. Es de rioja, lo compro siempre en la “Cepa”. –Dorotea arrastrando su cuerpo blando y redondo y sus piernas regadas de varices se acercó al armario, cogió una botella por el cuello y le sirvió un vasito de vino al carpintero.
Petrequillo se bebió el vaso de un solo trago y mirando al suelo dijo:
-Dorotea esta madera parece corcho. Un día se hundirá y te perderás por ahí abajo. –soltó una carcajada y alargó el brazo para Dorotea le sirviera otro.
Dorotea cabizbaja fue hasta el armario y cortó un poco de queso y un casco de pan. Lo dejó junto al vaso de vino y miró al suelo: cada vez había más parches en la madera. Por las noches las ratas se adueñaban de la cocina. Hacían agujeros para salir y agujeros para entrar. La anciana, antes de irse a dormir, cerraba las puertas de los armarios, retiraba los pucheros del fogón, subía las sillas sobre la mesa y colocaba ratoneras y trozos de queso con veneno. Era una lucha diaria, si se olvidaba un caldero sobre el fogón aparecía volcado; las servilletas o los periódicos carcomidos; las toallas del vater, el papel higiénico, las patas de la mesa, los cabales de la luz, todo roído.
-Nunca ganarás la batalla –le decía Petrequillo –por cada persona hay cinco ratas escondidas. Son listas; en los barcos nunca las cogen, siempre se escapan.
Dorotea, sentada sobre una silla de madera, al extremo de la gran mesa de la cocina, miraba fijamente la labor del carpintero y se estremecía pensando en los roedores de cola larga y peluda que atrapaba todas mañanas con las ratoneras.
Margari, la hija de Gloria la pescatera, tenía mucha amistad con la vieja y la visitaba con frecuencia.
-Ponles comida, cébalas durante un tiempo, acostúmbralas, que salgan todas a comer a la cocina, engáñalas. Ese día les pones veneno y que revienten. –Margari le dio un beso en la mejilla a la anciana para animarla.
-Tendrías que salir a la calle, aunque sea un poco; te van a volver loca.
-¿Sabes, Maragari? Los pensamientos son como ratas, se meten sin permiso en la cabeza y te hurgan como la polilla. Me amargan los recuerdo, prefiero quedarme en casa. Además, mira.
Dorotea se bajó la media y descubrió una variz ulcerosa en el tobillo hinchado.
-No podría caminar ni de aquí a la esquina –se pasó la yema del dedo con cuidado por la piel tirante de la herida. –Ayer limpié toda la cocina con lejía, las sillas, el granito de la mesa. Hoy otra vez. Estoy deshecha. A la noche cuando me acuesto oigo golpes secos, creo que suben a la mesa y saltan al suelo; es como si jugaran a quitarme el sueño. El pobre –señaló al gato que estaba dormido sobre una silla –todas las noches viene a dormir en mi cama. Menos mal, que no se meten en el dormitorio.
Margari sacó una cajetilla de cigarrillos de un bolso y se prendió uno. Y Dorotea cogió el bolso y pasó la mano por la piel acariciándolo como si fuera un animal de compañía.
-Para que veas, al pobre gato hasta le mordieron una oreja. La ves –alzó con esfuerzo sus piernas pesadas y se agachó a coger al gato que ni se despertó en brazos de la dueña. Luego se sentó y dejó que el animal siguiera dormido sobre sus muslos.
De repente se quedaron las dos en silencio. Dorotea sintió un rubor que la sofocaba. Se levantó y miró a la calle desde la ventana de la cocina. Alrededor, todo casa altas y olor a lluvia.
-Dorotea, déjeme verle. Tiene usted una mancha negra en la cabeza –Margari le acercó un espejo; Dorotea tiene dificultad para verse la mancha que se vislumbra entre una mecha de cabello y un postizo que lleva siempre en el tupé. Pero Margari le levanta el pelo y se la muestra.
-Tengo manchas porque soy vieja y a las viejas nos salen manchas. Hasta para eso nos ganan los hombres. Ellos se van y nos dejan solas, envejeciendo. Margari, a veces pienso que estas manchas son las ratas. No duermo, paso las noches sentada en la cama. Y ellas corren, saltan, arañan y arrastran las cosas. ¡Ojalá me hubiera muerto yo y no, Josetxo!
Margari mira alrededor y no ve la foto en sepia de la boda de Josetxo y Dorotea.
-¿Dónde tiene la foto de la boda?
-La quité, no quiero recuerdos ¡Ojalá se me olvidara todo, como a los críos!
Cuando llegó la noche la lluvia golpeó con fuerza los adoquines de la calle, de los aleros saltaban chorros de agua sobre los coches y los últimos borrachos se llamaban a gritos por su nombre. Lejos, los truenos de la tormenta retumbaban. Desde la cocina llegaba el mismo estruendo de todas las noches. Dorotea se levantó y en camisón deslizó los pies dentro de las zapatillas y se arrastró con el gato en los brazos hasta la cocina para cerrar la ventana. Todo estaba oscuro. “Otro caldero”, pensó. Palpó la pared en busca del interruptor. Avanzó un poco para encontrarlo. Sus dedos tantearon la pared lisa y húmeda. Arañó el yeso tierno como la masa de hace pan. Dio unos pasos y se sintió desorientada. No encontraba tampoco la puerta de la cocina. El gato dio un salto y se le escapó de los brazos. Un golpe seco delató la caída. Las ratas se alborotaron. La anciana daba vueltas con las manos extendidas, sus brazos gordos pegados al pecho, la mano extendida sobre el escote.
Pisó un objeto frío y cayó al suelo. Con gestos descontrolados intentó parar la caída; el tiempo se hizo eterno. Vio una luz circular como una luna azul diminuta. Josetxo la esperaba con traje de domingo. Oyó un ruido enorme y sintió un calor que le retorcía el cuello.
Días más tarde, Margari vino a verla. Al entrar, las ratas corrieron despavoridas. Un hedor agrio le produjo nausea. El cuerpo blando de Dorotea se extendía por el suelo, con el cuello torcido, la barbilla contra el pecho y el gato aplastado entre sus muslos.

4 de mayo de 2011

एल CANDIDATO

La pequeña cafetera italiana llenó de aroma la cocina, el estar y la terraza de la casa de Aurelio.
-Sólo una tacita, que te conozco –protestó su mujer –; ya sabes que el café te sube la tensión. Tómate el zumo y la tortilla que te estoy haciendo.
Aurelio salió al balcón y apoyando las manos en la baranda miró al horizonte envuelto en la sucia calima africana. “El bochorno está arruinando la campaña electoral”, pensó.
En la calle los coches de la caravana del partido le esperaban para subir a Las Eras. Goyo, el segundo en la lista de su plancha sacaba una bandera de papel por la ventanilla de su Seat Ibiza y los otros coches alborotaban al pueblo con el claxon. Aurelio vio la tulipa de una de las lámparas del paseo marítimo, debajo de su balcón, que colgaba de un cable peligrosamente. Marcó un número en su móvil y ordenó a un municipal que mandara a repararla.
-Sólo faltaría que se produjera un accidente el día del cierre de la campaña –y miró a, Lucía, su mujer.
-No seas histérico. Las tienes ganadas ¿Te apuras por nada?
Aurelio llevaba veinticuatro años de alcalde con mayoría absoluta, pero cuando llegaban las elecciones se azoraba y no quería perder ni un solo voto. Desde la pegada de carteles se dedicaba a visitar una por una todas las casas de los vecinos del pueblo, visitaba los hoteles, los colegios, los negocios, sin dejar ni un resquicio por donde se pudiera colar la oposición.
-Menos mal que éste es el último año que te presentas –Lucía le puso un zumo y la tortilla sobre la mesita de la terraza.
Aurelio se sentó y bajando la voz le dijo a Lucía:
-Lo tengo todo organizado: en las próximas elecciones Jaime será el alcalde.
-¿Pero tu crees que es tan fácil? No sé; veo tan joven al chico.
-Bueno, ahora es joven porque tiene dieciocho años, pero dentro de cuatro tendrá casi veintitrés. Y tú pasarás de ser la mujer del alcalde a ser su madre.¿Te gusta?
Aurelio le puso el dedo en los labios para que no hablara. Le parecía que sacar este tema el último día de la campaña daba mala suerte. De momento ya había conseguido que su hijo fuera el secretario local de CPD y muy mal tendría que ponerse todo para que dentro de cuatro años no fuera Jaime el candidato.
Terminó la tortilla y se quitó el sudor de la frente con la servilleta. Se miró las axilas y le pidió a Lucía una camisa clara para que se notasen menos los cercos del sudor.
-Toma –Lucía le dio una camisa casi blanca y metió otras dos en el bolso. Abrió la puerta de casa y bajaron las escaleras mientras Aurelio se metía la camisa dentro del pantalón.
Les esperaba el coche del partido forrado de carteles. Goyo con la bandera del CPD en alto gritaba: Aurelio, alcalde, Aurelio, alcalde. Y la gente desde los balcones y ventanas agitaban la mano.
-No sé porque habéis puesto a Goyo de segundo. No me gusta nada –protestó Lucía en voz baja.
-Él arrastra mucho voto, ya te lo he dicho. La gente lo quiere. Pero ya tengo todo organizado: lo voy a mandar a la sede provincial, lo asciendo de categoría y me lo quito de encima. –Lucía le acarició la mejilla.
En las Eras, el cura, don Miguel, les esperaba en la puerta de la iglesia, con la casulla roja y el monaguillo preparado para comenzar la Santa Misa. Don Miguel levantó los brazos con alborozo y le dio una palmada en la espalda al candidato.
-Alcalde, pase usted a la casa del Señor. Que con la intervención de su madre, la Virgen de los Desamparados, seguro que ganamos las elecciones.
Hacía fresco en el interior de la iglesia, sombría y recogida, de arquitectura muy sencilla.” Parece de artesanía”, solía decir don Miguel. Y por eso le gustaba tanto. Además con las aportaciones del ayuntamiento había llenado los altares de imágenes de santos y advocaciones marianas.
Los voluntarios de la caravana y otros fieles se sentaron en los bancos cercanos al altar dejando la primera fila para el alcalde, su mujer y los otros candidatos.
En la homilía don Miguel habló de lo importante que era para los pueblos tener políticos temerosos de Dios y seguidores de su Iglesia.
Pasada la consagración, el móvil de Aurelio vibró en su bolsillo. Se levantó y se arrinconó para hablar sin ser oído. La gente giraba la cabeza al oír su bisbiseo; pero él con determinación se metió en un confesionario. Era Tino, el consejero delegado de la empresa Promociones Inmobiliarias y Turísticas de Canarias SA .
-Dime, Tino.
-Han llegado los apoderados de Schnittlel. Quieren verte. A ti y a Goyo. Ya sé que es un día muy malo, pero es muy importante. Han venido de Suiza. Espéranos y subimos a verte.
-Estoy en la iglesia. Date prisa porque tengo la agenda muy apretada. Hoy es el último día de campaña.
Cuando llegaron Tino y los suizos a la iglesia la misa ya había terminado. Goyo les esperaba para acompañarles a la sacristía.
-Este es el rincón más fresco de todo el municipio. Aquí sobran los ventiladores. Diles a los extranjeros que pasen y podéis hacer negocios sin que nadie os moleste. No olviden al final de echar una buena limosna en el cepillo –dijo el cura abriendo la ventana que daba a un rincón del huerto donde un gran laurel de indias prodigaba su sombra.
Aurelio y su esposa se sentaron en unos sillones de madera tapizados de terciopelo granate. A sus espaldas colgaba un cuadro de San Pablo a los pies del caballo y otro de Santiago Apóstol con la espada en alto y dos cabezas por el suelo.
Goyo, con la ayuda del cura, puso unos sillones para Tino y los suizos.
-Aurelio –comenzó Tino con la mano sobre el hombro del alcalde –lo importante para estos señores es tener la certeza de que se van a calificar los terrenos de la Asomada. Tú, esta noche lo puedes decir en la plaza. Es un as que te doy para que lo saques. Un hotel de cinco estrellas, campo de golf de dieciocho hoyos, quinientos apartamentos de lujo. Dilo. Creamos riqueza, empleos. Y el municipio gana prestigio con turismo de alto standing.
El suizo sonreía y de vez en cuando hablaba en voz baja con su compañero. Tino le miraba, le guiñaba el ojo y le decía: kein problem.
-Eso está hecho. Kein problem –repitió Goyo, y se echo a reír. Nosotros sabemos manejar estos asuntos. Todo tiene solución, menos la muerte ¿Verdad, Aurelio? Somos un gran equipo. Y vamos a ganar.
Las conversaciones se alargaron un rato y el cura irrumpió con una bandeja de almendrados y una botella de vino generoso. Ánimo Lucía, que te veo mustia.
-Vale, esto hay que celebrarlo. Lo mejor para cerrar un trato es el vino de celebrar. Me lo trajo de Valencia un amigo del obispado. Esos si que viven bien... pero trabajan mucho ¿eh?
-Anda, que como no ganemos las elecciones –bromeó Aurelio.
-¡Con la ayuda de la Virgen y con su liderazgo, don Aurelio. Faltaba más! –el cura se bebió el vino de un trago. Y todos levantaron la copa para brindar.
-Venga, otra que yo no brindé con ustedes.¿Está bueno, eh?
Cuando salieron, los coches de la caravana daban vueltas por el pueblo, repartían octavillas y prospectos. El alcalde y su mujer fueron a pie hasta una residencia de la tercera edad al final de la calle. En la escalinata de entrada había una monja delgada y alta con un velo y una diadema, una enfermera gorda en bata blanca con un ramo de flores y un anciano sentado en una silla de ruedas en traje azul oscuro, sombrero de fieltro y pantuflas. La mujer de don Aurelio nada más llegar le dio un beso al anciano y luego cogió el ramo de flores que le dio la enfermera. Atravesaron la recepción y salieron a un patio donde unos treinta ancianos y otros tanto familiares esperaban sentados. La monja pidió un aplauso para el alcalde y todos aplaudieron.
-Gracias, gracias –decía don Aurelio con la manos en alto y haciendo una uve con los dedos. Les prometió una televisión de pantalla plana y sillas de ruedas y ventiladores de techo para la sala de estar.
Un viejecillo se levantó y dijo que querían fumar. El candidato miró al fondo y dijo:
-Hoy, por ser un día especial se lo vamos a permitir ¿verdad hermana? Pero vaya usted al fondo del patio para que no moleste a sus amigos. –El hombre se levantó y fue seguido por otros seis o siete. De repente todos los asistentes aplaudieron y uno grito:
-Y barajas nuevas.
El alcalde volvió a levantar las manos en señal de victoria.
Salieron dos camareras con bandejas llenas de vasos y botellas de refrescos, que dejaron sobre la mesa y fueron repartiendo entre los ancianos. Algunos se acercaban a saludar al candidato o a besar a Lucía. Desde un altavoz sonaba la música del PCD. Aurelio abrazaba a las ancianas y les daba kleenex para que se secaran las lágrimas. Se giró y pidió un vaso de agua. Un abuelillo le alcanzó uno.
-Gracias –exclamó Aurelio y se lo bebió de un solo trago. Se llevó las manos al estómago y comenzó a toser sin parar. Lucía le daba palmadas en la espalda y Aurelio se pasaba la mano por la frente sofocado.
-Era aguardiente –grito Aurelio. La frente se le lleno de gotas de sudor. Se sentó en una silla y Lucía pidió un vaso de agua. Lo olió antes de dárselo a su marido y éste se lo bebió de un trago. Se quitó la camisa y se secó la frente. Todos los ancianos aplaudieron. Goyo se acercó con un cartón y le abanicó. La enfermera salió corriendo detrás de viejecillo y le quitó una petaca del bolsillo de la americana.
-¡Don Goyo! –gritó el anciano.
-¿Qué coño querrá? –protestó Goyo –parecen críos.
-Vamos que se nos está haciendo tarde –le recordó Goyo. –Ahora tenemos que ir a las escuelas, damos un mitin y repartimos programas. Los candidatos vamos en el descapotable y las mujeres que nos esperen en las escuelas.
Montaron en los coches. El sol pegaba de pleno. Todos sudaban. Aurelio cabeceaba. El chofer sacó una gorra de la guantera y se la pasó a don Aurelio.
-¡Joder! En cuanto lleguemos a la escuela me tomo un café bien cargado. Me estoy durmiendo.
-Lo que tienes que hacer es tomar una de estas –Goyo le mostró una pastilla. -Yo me tomo una por la mañana. Es lo que toman los líderes de los partidos. Esto es el Viagra de los políticos americanos. Toma. Hoy no podemos dormirnos. Si no aguantamos el tipo la jodemos. –Aurelio se la trago con un poco de agua.
En la entrada de las escuelas sólo estaba el guardián. La gente esperaba en un aula con las ventanas abiertas y sentada en los pupitres que quedaban en la parte de sombra. La mujer de Aurelio le trajo un café a la puerta del aula.
-Toma, que estabas dormido, que te lo noto. No te dejes comer el terreno, espabila.
Entró y estalló un gran aplauso. Aurelio habló de la importancia de la cultura en el municipio. Del interés de su partido por la gente joven y del gran impulso que habían tomado las tradiciones isleñas desde que él era alcalde. Se sacó un pañuelo y se secó la frente. Sobre la mesa había una botella de agua y varios vasos; cogió la botella y bebió a morro.
Goyo tomó la palabra y agradeció al alcalde todo lo que había hecho por la juventud. Prometió un estadio de fútbol nuevo y una piscina olímpica. Todos aplaudieron. Esperó; con la mano pedía silencio y calma:
-En estos cuatro años vamos a convertir el municipio en un ejemplo para toda la isla. Y mis planes son, un centro cultural con salón de actos y una gran superficie comercial con multicines. Y además un centro de asesoramiento para las pymes. Lo primero, crear puestos de trabajo.
Le dio un golpe en la espalda al alcalde y le levantó la mano. Todos aplaudieron y gritaban: ¡Alcalde!
De las escuelas subieron en caravana a un parque forestal donde habían organizado una gran paella. Goyo se metió en el mismo coche que el alcalde.
-Te veo apagado. Tienes que levantar el ánimo.
-Me estoy durmiendo –se quejó Aurelio –entre el sol y los tragos estoy que me duermo.
-¿Pero ya tomaste la pastilla?
-Sí, ya me diste una.
-Pues toma media más; venga. Hoy es el último día.
Los coches aparcados en hilera a lo largo de la carretera general cerca del parque forestal de Chio anunciaban el gentío que esperaba a la caravana. En un lugar apartado del merendero salían fumarolas de la parrilla y olor a chuletas a la brasa. Sobre otro fuego había una paellera monumental. El alcalde subió a un estrado y micrófono en mano, saludó a los asistentes.
-Estamos en la tierra más bonita de España. Vamos a ganar otra vez. Aunque haga calor, ganaremos. Hace un calor del carallo, como dirían los gallegos, pero les ganaremos. –se quitó la camisa y pidió que le pasaran una botella de agua. La cogió y se la echó por la cabeza. La gente estalló en carcajadas. Goyo, que estaba junto él, hizo lo mismo. Pero Aurelio, eufórico, levantó el brazo y añadió:
-Venga, todos a refrescarse. Pásame el vino que ahora lo que toca es comer y beber. Yo me quedaré aquí animando para que sepáis que voy a ser vuestro alcalde otros cuatro años. Porque yo soy como estos pinos –señaló al bosque –que mueren de pie.
-Dame otra, que estoy seco –Aurelio alargó el brazo. Uno de los de la primera fila le pasó una coca cola con hielo. Se la bebió de un trago. Siguió hablando y la gente entre vino y paella se reían a carcajadas.
-Tengo la boca seca. Dame otra.
-¿También con ron o sola? –le preguntó un paisano.
Lucía le arrancó la lata de coca cola y se la dio a Aurelio. Luego le pidió que bajara que ya estaba la comida en el plato. Se sentaron y, mientras comían, una rondalla tocaba “la farola del mar”. La gente iba y venía de las chuletas a las papas arrugadas.
-No comas demasiado que te hará mal.
-Deja ya de atosigarme, chica. –se quejó don Aurelio.
-No me hables así delante de la gente –murmuró Lucía –estás raro; bueno, rarísimo. Tú que nunca hablas hoy te has pasao. Goyo no tenía que prometer todo lo que ha prometido en el colegio. Ese papel te corresponde a ti. Y ponte una camisa que así no pareces un alcalde.
Aurelio se levantó de pronto, dio dos zancadas y se subió en el estrado otra vez:
-Estamos aquí para celebrar el final de la campaña electoral. Pasado mañana yo seré el alcalde. Que no lo dude nadie, el alcalde seré yo porque todos me van a votar. ¿Sí o no? –todos aplaudieron. -Vamos a construir un campo de golf, un hotel con cientos de camas, y no más apartamentos hasta que cambie la coyuntura. Y pondremos televisión en la residencia de la tercera edad. Césped artificial en el campo de fútbol –Le dio un hipo repentino y cada vez que quería recomenzar el discurso se veía interrumpido por el hipo. Una señora le pasó un vaso de agua con un cuchillo dentro:
-Beba siete sorbos y se quita el hipo.
El acalde se agachó para coger el vaso, dio un traspiés y Goyo que estaba debajo le ayudó. Los dos rodaron por el suelo después de una aparatosa caída. Goyo chillaba con un brazo desencajado. Aurelio permanecía quieto. Lucía corrió a socorrerlo, pero no se movía.
-Corran, un médico –se acercó uno de la Cruz Roja, se arrojó sobre él e intentó reanimarle. Le aplicó el boca a boca y masajes cardiacos.
-Para mí que se golpeó en la nuca –grito uno de la primera fila. –mire, hasta se dejó pelos en esta tabla.

26 de abril de 2011

POEMA




Oración a la Virgen Petrolera

No era un colmao,
era un supermercado,
desierto.
Los arenques no llegaban a las latas
ni las latas, a los anaqueles.
No había caballa ni atún del norte,
el queso de tetilla y el queso podre apestaban
en la paja del establo,
y nadie comprendía que pasaba con la ausencia,
la nada que iba llegando
como llega la lotería.

¿Qué fue del papel higiénico?
¿Porqué los cerdos morían de viejos en las dehesas
y jamás íbamos a ver más fruta fresca?

Los campos no llegaban a la ciudad,
los turistas hacían ronronronrorn pero el avión no volaba
y ni el whisky ni el coñac arrancaban motores

Cartas de olivos milenarios,
Expresadas en latín, decían:
“es la energía, imbecil”.
Y las aceitunas no alcanzaban ya las almazaras.

Las botellas de plástico y el propileno expandido
se cotizaban en bolsa.
los agentes de Wall Street comían papel satinado
y corbatas a la carbonara.
¿Hasta cuando durará la cocacola, se preguntaba el G-20?

Por cada dos habitantes un coche reposaba a lo largo de las avenidas.
Nadie iba ni venía.

Es la hora de las rogativas.
Los fieles no comprendían.
“Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva”
Virgencita, virgencita,
no hay más cera que la que arde
¿Y el petróleo, madre mía?
"Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva"

17 de abril de 2011


POEMA

TRAS EL TERREMOTO

Es de azufre el horizonte :

Las calles,

Las casas,

Los porteros, las encargadas, la verdura,

Los conservantes.

Sufrimos de mal de altura.

Hay puntos de fuga a cada lado,

Círculos concéntricos y negaciones.

Han llegado los caimanes ,

El brillo aséptico de los pasillos,

La distancia productiva.

Saltamos sin red

Y en la playa solo quedan desgarros

Agudos de gaviota .

No ves el tiempo en mi rostro,

Ahora,

Quiero escanciar de nuevo el vino

Y ser dueño de tu taberna,

Como cuando las sábanas se derramaban

Y tus pies se hundían vientre abajo.

7 de abril de 2011

6 de abril de 2011

POEMA

Los acuchillaron seis décadas y media

las zapatillas de lana yacen olvidadas debajo de un armario

mis ojos se pierden por calles de basura

pasos de baile sin pareja

el dial de un teléfono despreció besos que se desnucaron por la escalera del metro ¿qué podía buscar en un Kentucky Chicken?

¿qué decía Pasolini?

me hablabais a mí que estoy sordo de lejanía

a mí que no puedo escribir de puño y letra

dónde estoy me gritan los muebles de una habitación vacía


la lluvia de los parques erosionó las tardes

y los monetaristas entraron en tropel

nunca estuve en el altar de ceremonias

ni nací en mi pueblo

no tengo tobillos

ni puedo unir mi mano a la de un pobre

las tardes están llenas de grietas

y una trituradora para licuar amigos funciona día y noche

18 de marzo de 2011

AMASIJO











POEMA: Amasijo







Añadir imagenEsto ha sido una gran conmoción
Una jaqueca a la japonesa
Una ruptura de aguas sietemesinas
Una pedorreta a la disciplina del ahorro
Una carcajada a la política de ajustes
Una navajada en el estómago de la ortodoxia
Un orgasmo de la lógica desvanecida
Un panteón fuera del cementerio
Un chollo para las funerarias

Estamos al borde de la fisión
En la cola de los reactores
En medio de la vasija


Refrigeramos con agua de tsunami
Somos una rogativa

Que se ha calentado el núcleo
que no ha explotado
que solo ha sido un eructo
que solo ha sido un flato
que el corazón aun funciona
que esto no es Chernóbil
que esto no es Marruecos
que esto no es Bolivia
que el tertuliano es pronuclear
que el pronuclear es tertualiano
que el ciclo se acaba
y habrá que cavar a mano.

¿cavar o cagar?
cagar ya la hemos cagado