17 de junio de 2009

REFLEXIONES III

El buñuelo

Un día de otoño era, cuando mi hermana mayor volvió del mercado a casa con un instrumento en la mano en forma de espumadera. En un extremo tenía una perfil de hoja de lata en forma de estrella con unas ocho puntas y un mango pegado a la susodicha estrella.
Lo que mi hermana nos trajo, lo vimos con alborozo, era un instrumento para freírnos buñuelos. Y todo sabemos hoy que cosa son los buñuelos. Inflamaciones de masa con sólo aire por dentro: flatulencias con textura, endulzadas con azúcar.
Mi hermana siempre fue hábil, y con aquel artefacto adquirió tanta destreza que sin poner la cabeza, pues sólo usaba las manos, se hizo famosa en el mundo friendo grandes buñuelos. Balones de pasta eran a los que se hincaba el diente, con el ansia de encontrar algo encerrado en su seno. Pero sólo aire salía dentro de la masa frita.
Hoy mi hermana es tan famosa, que ha puesto su artesanía al servicio de las más altas instancias, sabedoras ellas pues de que el buñuelo es un arma poderosa, que se puede manejar para (valga la redundancia) manejar también la masa.
De entre buñuelos enormes, voy a referirme hoy al último fabricado en la ciudad chicharrera que llamamos Santa Cruz. La pasta que utilizaron fue de doce jugadores venidos aquí a jugar de todas partes del mundo; un presidente del club cargadito de millones, que según dice ganó en aquel otro buñuelo que eufemísticamente le bautizaron burbuja; unos créditos bancarios que aunque de dudoso cobro, alguien con poder logró y finalmente la hinchada, que como bien ven ustedes es palabra redundante, pues hinchado es el buñuelo y es casi otra redundancia.
Lo más costoso se hizo pacientemente jugando, tranquilamente ganando, con estadio a media entrada, sólo con aficionados que no viven sin el fútbol. Y un día, tras un partido muy soso, que ganaron cero a uno, gracias a un camerunense, que aunque es negro se le adora pues tras su gol se metió el Tenerife en primera.
Un “speaker” creativo, alargó el gol media hora, y aquí comenzó el buñuelo.
El ingenio de la hinchada gritaba con todas fuerzas:” A primera, a primera”. Y el C.D. Tenerife, pasó a ser el Tenerife, y de Tenerife a Canarias, pues la hazaña, dijo el presidente, era para sentirse orgulloso de haber nacido canario.
La ciudadanía bajo hasta la plaza de España, saltó, se vistió la camiseta, se puso la bufanda azul, se blandieron las banderas y como en un microondas que con el roce calienta, se calentaron tanto que se echaron a la fuente para refrescar su ardor: niños, chicos, jóvenes de treinta años, niñas de dieciocho a cuarenta, cuarentones, maduros, jubilados, desde la fuente a la plaza, se saltó sábado día y noche y domingo noche y día.
El buñuelo fue tan grande que alguien sospechaba que algo en su entraña tenía.
Y a pesar de tanta orgía, de tanto roce y disloque, el obispo nivariense llamó a la presidencia porque la virgen quería parte de tanta alegría. Y los jóvenes atletas encontraron la sustancia encerrada en el buñuelo, era la ofrenda a la virgen, virgencita Candelaria, que una camiseta quería ahora que el Tenerife recién llegaba a la gloria.
Pregunta: ¿Le gustan las camisetas de fútbol a la virgen de Candelaria? Lo que sabemos seguro, pues nos lo muestra la experiencia, es que la iglesia y el gobierno se conforman con un buñuelo muy grande relleno de flatulencia.

Un poema cada día III

La tarde

La tarde es ave rapaz
sobre el gato somnoliento,
vive en sombras
cuando las voces del mercado han callado.

Todo es pesadez de siesta,
vacío en el vacío,
esferas y líneas
ansiosas de agua
y lenguas sin preguntas.

La tarde
es un ensayo general hacia la nada.