25 de enero de 2011

DÍA PERDIDO













El día perdido

Cada día me veo más lejos de mí,
no hay campo; sólo hay sed para arruinar la tarde.
Pero en el camino aparecen
inspectores de la casa del vecino,
cuentas.
Un miedo marrón de tierra sombra,
un miedo como de insomnio
con olor a orines de viejos en la última estación.

Ya no hay campos de batallas; todos estamos vencidos
con un ruido indigesto de motores.

Creíamos que todo estaba perfectamente ajustado,
pero no hay nadie en el portal;
desde las redes sociales llueven palabras,
voces con cartílagos en las vocales
y un ligero interés por lo olvidado.

Me veo como si viviera en otro cuerpo,
exhalando flatos de última hora,
y si ofrezco mi corazón asoma el hígado
o mis piernas y mis brazos, amputados.

Nada que añadir.
Todo está dicho.
Los jardines son de flores de plástico
con un lienzo de viernes santo.

No me digas nada más:
tengo problemas respiratorios.