13 de diciembre de 2010

SALUDOS

Hola, amigos.

Gracias por los comentarios y visitas a mi blog durante esta larga ausencia.
El gato, a pesar de lo ocurrido, no se me comió la lengua; los motivos de mi ausencia han sido de otra índole: me fui de vacaciones por el Nilo , agarré unas diarreas que me tuvieron sin ánimo para nada, y cuando llegué a Madrid, aunque me salvé de la quema de los des-controladores, atrapé un catarro fenomenal. Pero como nunca hay dos sin tres, al llegar a casa me encontré con que el disco duro del ordenador se me fastidió, y la mujer del técnico que me lo repara fue hospitalizada. Estoy esperando tener la misma suerte de Fabra en la loteria, pues tantos acontecimientos en contra deben de ser premonitorios de ún final feliz.
Si no hubiera visto la película "Biutiful" me quejaría, pero en ella queda demostrado que todo puede ir a peor indefectiblemente.

Me contaron un chiste en Egipto, que es tan explicitamente machista que no me resisto a contarlo.
En que se parece un mujer a un globo: en que el globo tiende a subir, y la mujer sube a tender.

Feliz navidad a todos. Mañana me voy de nuevo a Madrid porque se casa mi hijo y creo que debo asistir a la boda.

Besos y abrazos

Joaqui






18 de noviembre de 2010

GATEANDO





Estaba comprando un helado en la esquina Herradores, cuando un golpe seco a mi espalda atrajo mi mirada. Quedé con la lengua pegada a la bola de vainilla recién pagada, al ver un gato despanzurrado sobre la acera. Miré a lo alto del edificio por el que pasaba en ese momento, y, nada; ni los geranios del ático se movían. Sólo dos nubes veraniegas , allá en el azul madrileño.
La gente, atacada por la marcha de un día cualquiera , pasaba junto al gato; unos saltaban para no pisarlo, y otros bajaban de la acera. Fui al coche y traje una señal de peligro para evitar un disgusto.
Contemplaba al pobre bicho de cuyo final me sentía responsable ,no sé por qué, cuando volvieron a tirar una mochila pequeña y un trozo de manta de lana. Rápidamente miré a las ventanas de nuevo, pero, nada; todo quieto.
No sabía qué hacer. Si hubiera estado en Inglaterra seguro que los amigos de los animales se habrían hecho cargo del animalillo; pero en este país los gatos andan ,mas bien, escocidos.
Empujado por la perplejidad; es decir, aturdido, enrollé al gato en la manta, lo metí en la mochila y giré la vista hacia el edificio. Las nubes eran ahora negras y presagiaban tormenta. Había una puerta corredera abierta en una terraza, pero nadie salía por ella.
“Eso es que alguien”-pensé -arrastrado por el suelo se acercó a la baranda para verme sin ser visto”; y anoté: “quinto piso”.
Entré en el edificio y el portero me dijo que en el quinto B, vivía una anciana de noventa y tantos ; los dueños del A estaban en las Sechelles, y el C era de su sobrina; además él no tenía por costumbre dar explicaciones.
Salí pensando que el portero me había mentido; quizás me confundió con un terrorista, pues suelen llevar mochila, gafas y flequillo, como yo. Paseé un rato por la calle, la mochila colgada de la mano izquierda , pero separada del cuerpo. Subí y bajé por Herradores hasta que cansado me metí el bar Los Candiles. Me senté en una banqueta de madera que había alrededor de un barril , y pedí un vino.
-¿Fino?- Un camarero estirado con pinta de cantar fados pasó un trapo por la mesa.
-No, que sea tinto- le dije , por mosquearlo un poquito -y un montao de lomo, por favor.
-Lomo no tenemos, pero... jamón , queso, chorizo, aceitunas. –El camarero cogió la mochila y la colocó al pie de mi banqueta.
-Chorizo y una cuarta de vino. -Con el pie coloqué la mochila para que no la pisase el hombre.
Las paredes del bar estaban decoradas con motivos taurinos, cuadros y carteles de corridas ,toreros con orejas y rabos dando la vuelta al ruedo, fotos sucias y amarillas que se enrollaban de viejas. Manolete con un mechón sobre el ojo y Belmonte. Sobre mi cabeza ,una cabeza de toro con ojos grandes y turbios. Y un cartelito :Mandarín ,40 arrobas.
Miré a la mochila , engullí el chorizo y de un trago y el tinto. El pelo se me agitó con un golpe de aire fresco de un ventilador de techo. Cogí el felino del suelo y sin demora me largué a la policía a denunciar el hecho: alguien me había tirado aquel gato. No sé por qué, pero me lo habían tirado. Y encima el portero pensaba que yo era un terrorista.
Subí la calle Espinosa , tiré por la escalerilla que da a la Plaza José Mantueco y entré en la policía. El guardia de la puerta ni me miró , saludé al del mostrador y tampoco. Pero me coloqué frente a él y tosí un par de veces. Cuando terminó de pasar las multas al libro, -eso me dijo - se levantó.
Era altísimo: las piernas , dos canillas de más de un metro que sostenían un cuerpo pequeño, vestido de sargento. Carraspeó, y me preguntó qué quería.
-Verá- tuve que mirar hacia arriba para poderle verle la cara- me trae aquí un asunto...inusual
-¿Inusual?¿No sabe, caballero, que lo inusual es lo común en las comisarías?
La verdad que no había pensado en eso- Es que esta tarde, en la calle Herradores , 20, alguien me arrojó un gato a la cabeza. Afortunadamente no me golpeó- Le mostré la mochila .
-¿Tiene usted la certeza de que el gato le fue arrojado con intención?¿conoce usted a alguien en el inmueble, alguien de quien sospeche?
-No, que va, pero alguien me lo tiró ¡vamos digo yo!
-El gato pudo caerse o incluso suicidarse. ¿No se suicidan las ballenas?.
-Señor policía, un gato no es una ballena; los gatos no se caen. Yo ya he pensado en eso- Parecía un sargento ilustrado.
-Cierto ,cierto , admitamos que no se cayó. -Señalaba al techo con el índice.
- ¿Está permitido tirar objetos a la calle?- interrumpí , para llevar el toro a mi terreno.
-¡Oh, qué país!¿ cómo puede alguien tener el coraje de arrojar un gato al vacío? Claro que un gato no es un objeto y tendríamos dificultad para poder sancionar a alguien bajo el artículo 223 de las ordenanzas municipales; porque en puridad un gato no es un objeto y no recuerdo ningún artículo que hable de arrojar animales a la calle.
Me puso la mano en el hombro y me preguntó:¿Le gustan a usted los callos?
Miré a lo alto, buscándole los ojos y dije que sí sin pensarlo mucho.
-Pues siéntese y vamos a comernos unos callos que me trajo mi señora. Si sigo divagando sobre su gato ,se me van a quedar fríos.
De un cuartito , en un extremo del mostrador ,sacó unos platos , cubiertos y una tartera.
-Esto como está bueno es con tinto, pero como estoy de servicio...
Untó un trozo de pan en la salsa y poniéndomelo en los labios, dijo:
-Abra, abra la boca y coma esto que es lo mejor de los callos.
Al abrirla se me escapó la baba.
-Ve usté. Si es que lo mejor es la salsa. ¡Los callos, a la madrileña! ¿Ha comido usted callos a la mode de Caën? es como los comen en Francia: una mariconada.
Terminada la merienda , se echó para atrás en la silla .Cruzó las piernas, que parecían los palos de una portería, y a la vez que se tocaba la barriga, hacía oscilar la cabeza como si cavilara.
-¿Sabe lo que le digo?, que lo mejor que puede hacer usté con ese gato ,es llevarlo al cementerio del hospital la Princesa. Yo llamaré. Trabajé allí de guardia jurado y conozco mucho al enterrador ¿Sabía que en todos los grandes hospitales hay cementerios para enterrar los miembros amputados? Bueno, hoy están cerrando muchos porque los terrenos en la ciudad valen muy caros, incluso con la crisis. Pero el hospital la Princesa es muy conservador y sigue enterrando las amputaciones; ya sabe, piernas y brazos y riñones . El cementerio es una monada: un jardín en un ala del edificio al que se accede por un pasadizo; así los enfermos no ven los enterramientos, pues aunque son entierros de menor cuantía ,siempre afecta.
Se quedó de nuevo pensativo escarbándose los dientes con la uña. Aclaró la garganta y me sopló al oído:
-¿Sabía usté que ahora existen frigoríficos en casi todos los hospitales ,donde, si alguien lo desea , le guardan los miembros amputados hasta que llegue la hora. La final, usté ya entiende. No me mire con esos ojos; esto es así de cierto- cruzó los dedos - claro que sólo gente de mucho dinero ...
-Claro, claro- miré la mochila ,casi olvidada.
-Es que si fuera barato ,figúrese usté la de miembros superiores e inferiores esperando la resurrección de la carne.
Y continuó:
-Recuerdo los marqueses de Cuevas Luengas; trabajé con ellos como guardaespaldas; sufrieron un atentado en la fiesta de Montejurra. Ella perdió las dos piernas ¡Pobre doña Casilda! era una mujer bandera, y encima, con dinero. Hubo que amputárselas desde el muslo.¡Zas! –se pasó el filo de la mano por la ingle- El pobre marqués envió aquellas piernas, que tantos gozos le habían dado , al frigorífico de una clínica de Pamplona. La marquesa, en silla de ruedas, entre oporto y cigarrillos , recorrió hasta el aburrimiento las estancias de palacio durante todos los años que sobrevivió al atentado. Cuando murió, el señor marqués hizo que le trajeran las piernas de su difunta. Estaban intactas. Rectas, bien torneadas. Las embalsamó, las enfundó en medias de cristal, y con unos zapatos Gilda, las metió en el féretro, donde yacía la marquesa , ahora , gorda y muchísimo más vieja. Cerró la habitación del velatorio y pasó su última noche con ella.
El sargento estiró las piernas , sacó un bolígrafo y una libreta de la guerrera y me espetó:
-Hala, tome esta nota y váyase al Hospital La Princesa a enterrar el gato; yo tengo mucho trabajo.

18 de octubre de 2010

TEA PARTY



















rubios blancos protestantes
mayores de cuarenta y cinco
y una Biblia en la mesilla
sus partes fundamentales son
el sistema de puntería
la culata
el ánima rayada
y palabras sencillas
sin alambre de espino
ni acentos discordantes
simples ordenes de mando
por amor a la patria
y al pavo de acción de gracias




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13 de octubre de 2010

Tengo palabras







me regalaron la palabra cobre
y la palabra mina
yo me gano el salario
y soy dueño de los fonemas de miseria
quisiera tener una ventana
sol aire y agua
y un acento fuerte en mi paladar
como cuando se blasfema
con intención de culpar al cielo

pero tengo lágrimas y novia
hijos que juegan
y mujer con besos en su boca
y soy dueño de las palabras zinc basalto y mecha
martillo puntal barreno
pulmón y barro

tengo palabras

y la virgen tiene mi esperanza
vivo en el ovario de la Pachamama
entre tumores de granito
y aliento de grisú
sólo quieren mis brazos en mi cuerpo
aunque tengo una mirada tierna
un cigarrillo pegado al labio
y sed de beber cerveza o vino fresco

esta mañana volvió Leonardo
remando por la laguna húmeda
trasportando sus ingenios
midiendo la esfera con sus brazos
diciendo que el ombligo era el verdadero centro

y lloraban las madres de pura pena

6 de octubre de 2010

Estrellada

-Las mujeres tienen que valerse por sí mismas, hija mía.-Le aconsejaba su madre.
Y no le faltaba razón, porque a la muerte del padre la madre se enteró de que su marido había sido un figurón que no les había dejado ni un céntimo en el banco. Estrella y su madre tuvieron que trabajar.
Y el primer trabajo fue planchar ropa en casa. Cada mañana, venía un repartidor de la tintorería que había a las afueras del pueblo y les dejaba un atado de ropa que ellas planchaban.
Mientras la madre planchaba, Estrella iba al mercado; mientras la madre planchaba, ella fregaba la casa, hacía las camas, y como su madre cocinaba muy bien, Estrella planchaba mientras la madre cocinaba. La simbiosis era perfecta.
Después de comer, se dejaban caer en el sofá y veían “Amar en tiempos revueltos”.
-Me gusta esta serie porque es de mis tiempos –decía su madre –mira, los hombres siempre van a lo suyo. Aprende, que estas series son muy instructivas.
Pero Estrella era un perro callejero, le gustaba hablar, contar chistes en las barras de los bares mientras tomaba una cerveza, fumar e ir al baile o a las fiestas cuando las había.
Toda la semana se la pasaba pensando en los sábados y los domingos. Planchaba muy bien y cada vez que había prendas delicadas en la tintorería se las mandaban a ella, hasta tal punto que en sus sueños se mezclaban las fantasías eróticas con el olor a almidón. Y Rosa Blanca le aconsejó que dejara la plancha porque sus amores se almidonaban.
Estrella no comprendía esta interpretación de sus sueños, pero como Rosa Blanca era su mejor amiga pensó que tendría que hacerle caso, ¿pero que haría si no planchaba?
Rosa se casó y Trini, la otra amiga, se fue a Toledo a cuidar a un sobrino parapléjico.
Una nueva amiga, Reme, entró en su vida. Reme era muy segura de sí misma, presumía de estar al corriente de las nuevas tecnologías, de pertenecer a las redes sociales, y de chatear en internet. Y cuando cambió de ordenador le vendió el viejo a Estrella y le enseñó a navegar. Y pronto ésta se iba a pasar varias horas cada noche chateando con desconocidos. Su “nickname” era “Andalucía mía”.
Un día, Antón26 le preguntó de dónde era; y dio la casualidad de que sólo les separaba una distancia de dieciocho kilómetros. Quedaron en encontrarse en un bar de la plaza. Ella llevaría un fular de rombos al cuello y él una visera de cuadros escoceses.
Aquella noche soñó que le almidonaba la melena a Antonio26, y por la mañana dos horas antes de lo convenido se sentó en el bar Los Álamos a esperar. Fue al aseo cinco veces.
Antón 26tendría unos treinta y tantos años, ancho, de barba cerrada y pinta de trabajar en el campo.
“Andalucía mía”, pasó grandes apuros para no decirle su verdadero nombre. Pero la verdad es que él no insistió.
Salieron del pueblo con un Seat Ibiza que tenía Antonio26 aparcado detrás del ayuntamiento.
El bis a bis tuvo lugar en una casa, a las afueras de Villalba. Era la primera vez que “Andalucía mía” hacía el amor, y no pudo nunca decir si le gustó o no; estaba tan nerviosa. Pero pasaron toda la tarde en la casa y tuvo ocasión de saborear las mieles con más calma.
Por la noche Antonio26 la dejó detrás del ayuntamiento y se despidió con un beso y un hasta la próxima semana. Nunca más lo vio.
Estrella se marchó a Manacor a buscar trabajo en hostelería y encontró trabajo en la lavandería de un hotel de cinco estrellas. Ahora tenía que almidonar cuellos y puños de camisa.
Volvió a frecuentar los chats de internet, pero no logró ninguna aventura. Hasta que un día encontró en la playa a un extranjero que la saludó cuando extendá la toalla sobre la arena. Era Bill, estaba sentado en un sillón plegable, era gordo, calvo, piernas muy peludas y fumador. No le quitaba el ojo a Estrella, y ella no sabía si sentirse admirada, seducida o agobiada. En estas se levantó y le pidió fuego.
Bill, el tranquilo fumador, tenía las dos manos ortopédicas, los dedos como de resina y cuero. Pero su conversación en español con sabor a whisky de malta le encantó a
Estrella.
La estrategia de aproximación fue cauta. A Estrella pensar en los dedos de Bill le daba grima, y ahora no soñaba con almidonarle la mano, sino con descubrir la parte del cuerpo que se escondía detrás de aquellos dedos que aunque pareciera raro le permitían a Bill agarrar el cigarrillo, coger la jarra de cerveza y hablar por el móvil.
Y en el momento de la verdad, Bill era tierno, cariñoso, afectuoso, dulce, sentimental,
y como durante años, hasta que le implantaron las manos ortopédicas, se acostumbró a trabajar con las piernas, era capaz de hacer cosas increíbles con los pies; también amar.
En el número 54 de la calle General Serrador alquilaron un piso y se pusieron a vivir en pareja.
-Tenemos que montar una charcutería. Trabajando en hoteles no se gana dinero.-Reflexionó el escocés. -Nuestro propio negocio, eso es lo que necesitamos.
Y meses más tarde Estrella estaba despachando salchichas con un delantal blanco y una cofia almidonados.
Bill importaba del Reino Unido salchichas de Yorkshire, y era capaz de elaborar salchichas frecas al estilo Dochester con los pies; también importaban salchichas de Frankfurt, jamón cocido y haggis de Glasgow. Estrella puso su grano de arena español y metió chorizo de rioja, morcilla de Burgos y la famosa sobreasada mallorquina.
Se admiraban al ver la cantidad de salchichas que repartía Bill a domicilio, y ella a trancas y barrancas aprendió cuatro cosas en inglés para despachar a la clientela.
El cuento de la lechera se estaba cumpliendo. Se compraron un monovolumen con un crédito que les dio el Banco Soler. A Estrella le temblaban las piernas cada vez que el director del banco les saludaba atentamente.
-Tanto tienes, tanto vales. Apréndelo, cabecita, -se reía el escocés.
Y surgió la ocasión de comprar un local en la misma calle de la charcutería.
-No hay problema. Yo me encargaré de que el préstamo cubra el cien por cien de la operación. –Les dijo don Bernardo, el director del banco.
-El dinero está barato, doña Estrella –sonreía don Bernardo. Y a Estrella le daba una risita nerviosa que sólo se le quitaba cuando Bill le pasabas las manos ortopédicas por la cintura.
La colonia británica de Manacor fue una clientelas fiel y suficiente. Bill les caía bien y adoraban a Estrella por su simpatía y profesionalidad. Lo que no sabían es que Bill era capaz de preparar los pedidos del día con los pies; y así lo hacía cada noche. La verdad es que trabajaban como burros: repartían, confeccionaban, controlaban las cuentas, los pagos iba a los bancos y limpiaban la charcutería.
-Estoy rendida – exclamaba Estrella cada noche, y Bill trataba de relajarla con sus caricias..
La única expansión de la pareja era tomarse unas cervezas en un pub de la playa y ver los partidos de la liga inglesa.
Don Bernanrdo, de la Banca Soler, les ofreció una ampliación de la hipoteca para que adquirieran un piso. A Estrella lo de adquirir le sonaba un poco cursi, pero lo de tener piso propio, un local, un coche, y todo en tan poco tiempo le resultaba increíble.
Buena estrella o buena pata, eso es lo que tenían, pensaba ella. Y comenzaron a pensar en la posibilidad de tener un hijo.
Aquella noche soñó que almidonaba las manos y los pies de Bill y que el hijo que acababa de tener (en sueños) lloraba en una cuna de sábanas y almohadones almidonados.
A la mañana siguiente Estrella miraba por todas las esquinas de la casa convencida de que algo raro iba a ocurrir; pero no vio nada.
En la televisión dijeron que había una crisis económica que afectaba a todo el mundo menos a España, porque jugábamos en la “ Champions Ligue”.
La alta temporada se llenó de camas vacías y los residentes del reino unido, de Francia y Alemania comían las salchichas en su tierra porque causas que ni Bill ni Estrella comprendían les impedían venir a Manacor. Era increíble: las salchichas frescas tipo Dochester acabaron en la basura, las de Frankfurt y los haggis los fue ofreciendo Bill por los bares y restaurantes.
Y llegaron los impagos, los requerimientos notariales, los embargos. Cada noche se almidonaban las sábanas en sueños tirantes y desasosegados. Bill le arañaba con las uñas de los pies, y cada vez era más adusto. Los clientes entraban con cuentagotas en la charcutería. Y antes de las navidades Bill desapareció, se fugó con el monovolumen.
Estrella corrió la voz entre la gente del barrio para hacer limpiezas; pero casi todas las chicas que trabajaban en los hoteles se ofrecían para hacer limpiezas.
La carta del desahucio la recibió Estrella un día frío y soleado. Le daban un mes para abandonar el piso y el local. Y le pedían que entregara el coche a la Seat inmediatamente.
Se acercó a la playa con la carta en el puño. Miraba al mar y le daba risa lo que le estaba pasando. Recordó un par de chistes que venían bien al caso. Pero la risa y el llanto se le mezclaban.
Un autobús paró junto al pretil donde estaba sentada, bajó un grupo nutrido de gente mayor, uno de ellos, cojeando, se acercó a Estrella y le pidió permiso para compartir el asiento. Estrella le miró de reojo y no le contestó. El señor, un sesentón con camisa azul, desabotonada, que dejaba ver una selva de vello blanco, exhaló una queja.
-Es la pierna, señorita –se levantó la pernera del pantalón y le mostró una ortopedia. –Estos viajes del Imserso son muy baratos, pero nos destrozan con tantos kilómetros de autobús.
Era el principio de una conversación que acabó en el chiringuito próximo donde el uno al otro se contaron todas sus penas y se bebieron cinco cervezas.
-Mi paga de jubilación no es muy buena, pero me da para ir tirando. Si quieres venir a mi casa, cerca de Albacete, puedes vivir a cambio de hacerme la limpieza y la comida.
Estrella pasó aquella noche almidonando los vellos de la pechera de Paco, que así se llamaba el jubilado.

27 de septiembre de 2010

VIENTO DEL ESTE











VIENTO DEL ESTE

Volví con la cerviz hundida
sin brújula los pasos
sin huellas en la arena
ni vergüenza debajo del vestido

era en el país de la pólvora y la seda
elevando pirámides de ropa
exportando sonrisas
con raíces clavadas en el miedo

en el país del papel de arroz
se comprendía la astucia del mercado
y Hu Jintao redactó el código de los esclavos

ya no hay lugar para el enroque
el jaque mate es inminente
peones sólo peones
fuera del tablero

14 de septiembre de 2010

LAPIDADA II





¿por qué juegas mi niña con esa llama?
que los designios de dios
son del ulema
no sueñes tus sueños en esa cama
que los designios de dios
son del ulema

en la cárcel mi niña
de los azotes
hay cien caminos hacia la nada


cien azotes sobre tu espalda
cien navajas agudas bajo tu falda
cien surcos de sangre sangre que espanta
sal y vinagre vinagre y sal en tu garganta
manchas moradas sobre tus nalgas

de la mano de un ulema
el arado de tu dios labra tu alma
de la mano de un ulema
el látigo de tu dios lava tu alma
de la mano de un ulema
los cuchillos de tu dios abren tu alma
de la mano de tu dios a trozos llora tu miel de palma

mi cuerpo es ya de mujer
si dios me lo permitiera
bajo el sol en el río
la corriente de agua lo recibiera
entre juncos y barro
baja mi cuerpo por tu ribera
todo será de mi amado
bajo la sombra delgada de una palmera
amado mío si dios quisiera
contra las piedra mi cuerpo nunca muriera

8 de septiembre de 2010

LAPIDADA




niña soy
niña de cuerpo
recién lavada

que no hieran mis pechos
lanzando piedras
en la casa escondida yo sólo amaba
que no rompan mis labios
lanzando piedras
en la casa escondida yo sólo amaba
no agrieten mis huesos
lanzando piedras
en la casa escondida yo sólo amaba

yo me entregaba
en la casa escondida
yo lo besaba

cuando sangren mis ojos
sobre las piedras
cuando sangren mis labios
sobre las piedras
cuando sangren mis pechos
sobre las piedras

cuando la última piedra rompa el hilillo de sangre que tanto amabas, dile a su dios que ya estoy muerta.

4 de septiembre de 2010

CALENTAMIENTO GLOBAL (SONETO)











Líderes bonitos de nuestro vecindario
Sostienen hoy con gran rotundidad,
Que lo del calentamiento global
Es de la izquierda,invento estrafalario.

No pueden, pues, dudar ni cuestionar;
Pues dudar es dudar de su talento
Que defiende sus valores a rabiar.
Aunque haya sabios que apoyen el invento.

“Serán tontos vendidos a la izquierda,
Felices de ganar su sopa en el convento
ya que entre todos no valen una mierda”.

Para ellos sólo existe un calentamiento
Nacido de la unión del coño y del carajo,
Que,además de global, causa de contento.

24 de agosto de 2010

SONETO DE ULTIMA HORA

Melilla, un gran bigote vino a verte:
Necesitas el puño de tu amigo,
Que notario sea y aun testigo
De que el moro quiere a ti joderte.

Mercados ya vacíos y sin trigo;
No ha venido Zapatero a defenderte,
Ni a brindarte soldados o su abrigo:
Y no hacerlo es lo mismo que ofenderte.

Sabes, el moro de España es enemigo,
un maricón capaz de traicionarte

y decir tranquilo que fuiste su castigo.

Gracias te damos Aznar por acercarte
A mostrar tu mohín más despectivo

A Mohamed que intentó de tí mofarse.



MELILLA











Melilla ya no es Melilla
Melilla es un matadero, donde van los espñoles
A morir como corderos

18 de agosto de 2010

Soneto y pretexto


Dedicado al doctor Ansúrez

Yo te digo que poesía y rima son cosa distinta
Sé que para tí el poema ha de ser rimado,
Mas puedes en rimas gastar ríos de tinta
Sin que la poesía se vea asomar por ningún lado

No obstante me he atrevido a escribir este soneto
Que me ha inspirado una entrevista que he leído
Donde el periodista se transforma en un sujeto
Que adula al historiador aficionado y presumido.

Mas te digo que por más que señalando con el dedo
ya los labios ya la frente, el secreto me ruegues
que te diga. Ese es un nombre que decir no puedo.

Y si pretendes que con esa duda tu no puedes
vivir sufriendo, pues debes tomarte un placebo
y seguir viviendo; aunque en ignorancia quedes.

SONETO

Tus hijos con odio te recuerdan:
Agria leche manó de tus dos pechos,
Sólo miseria quedó bajo sus techos
Y por ello tu herencia la desprecian

Sus dioses diseminados por la tierra,
Como testigos sin voz en el desierto,
Obligados fueron a cavar tu huerto
Y a soportar los dientes de tu sierra.

Hoy, izas con orgullo tu bandera,
Icono con que idolatras tu memoria;
Sin pararte tú a pensar siquiera

Que el pasado deber ser el referente
Si hacemos Ciencia de la historia;
Pues se puede ser falaz e inteligente.

10 de agosto de 2010

Arizona









El orín de los coyotes
delimita el territorio
nadie puede estar solo ante el peligro
somos dueños de nuestras erecciones
y decimos cómo y cuando

en los ranchos afortunados
sucumben el chile y los jalapeños
al perfume delicado de las tartas de frambuesa
la sala familiar se inflama
con la polca de los rifles
y los destellos de la estrella de cinco puntas

ojo por ojo
no es suficiente
hay que vacunar al felino
antes de que las pulgas
monten campamento

el agave nació para sacar licor del fuego

pero el güisqui debe tomarse solo

4 de agosto de 2010

El surfista





Hace unos años yo iba al colegio de Tamaimo. La directora era una señora peninsular muy simpática, que me animaba siempre para que estudiara. Decía que yo era un chico inteligente, pero vago.
-Herminia –le decía a mi madre – a Sergio hay que obligarle a estudiar. Es un chico bueno, pero no se concentra. Oblíguele.
Pero yo ya les había dicho a mis padres que no me gustaba estudiar. Bueno a mi padre, no, porque él estaba siempre trabajando. Toda la vida trabajando de camarero ¿y de qué le ha servido? A mi lo que me gusta es “coger olas”.
-Tú, lo que eres es un vago –decía mi madre. -Mira tu primo Alex. Tu tía me ha dicho que va a estudiar leyes o abogado de esos.
Mi primo Alex, mi primo Alex, siempre la están dando con Alex. Antes íbamos los dos a coger olas. Y a él también le gustaba, pero es un empollón y no hace más que estudiar. Y ahora dice que va a ser abogado.
A mi me van más las pibas y la mar. Cuando salgo con la tabla me emociono; sobre todo cuando estoy de pie sobre la cresta de una ola, es como si estuvieras en la cumbre de Erjos y avanzara, como si pudieras ir a algún sitio montado en las montañas. Porque las olas son como montañas, y el cuerpo se desliza, las piernas se curvan y eres tú el que manda sobre la ola. Dicen que en Australia hay olas de no sé cuantos metros que forman un tirabuzón y que te puedes meter dentro y salir de ellas. Si algún día tengo pasta me voy a Australia.
Un día en casa se armó una… mi padre como todas las noches, sentado en el sofá, fumando y viendo fútbol. Mi madre planchando y dándome la monserga: “Que tienes que estudiar, que mira tu primo Alex, él si que va a ser alguien en la vida, que mira a tu padre, que toda la vida de camarero”. Y mi padre como si no lo oyera, y yo haciéndome el sordo. Pero de repente, mi padre se levanta me agarra de la camisa y me manda a la habitación a estudiar. Le miro y me dan ganas de… no sé de qué porque el pobre… él no diría nada, pero como mi madre está siempre pinchando, se siente culpable y reacciona. Pero yo miro al mar y como esté bueno me largo a Punta Blanca con mis colegas. Así empezó Jupi y ahora es campeón de Europa.
Para colmo a mi primo le ha dado una beca de esas para ir a Alemania y ahora cada vez que me ve con la tabla me saluda como si le diera pena. Por mí como si se va al Congo.
Pero, mira lo que ocurrió, porque si no os lo cuento no lo vais a creer. De tanto ir a coger olas tengo unos brazos que parecen de hierro. Mira, mira que potentes ¿no? Pues en febrero, recuerdo que era febrero porque era el día de la Candelaria, estábamos en Garachico, mi piba y yo, sentados en una terraza de un bar que queda en un primer piso. Desde allí veíamos las olas rompiendo contra las rocas de la costa. Son escalofriantes. De pronto, llega una ola, salta por encima de todas las rocas y,¡joder!, como un tsunami de esos, se llevó todo: las mesas, los toldos de la piscina, las sillas, las tumbonas y hasta dos coches, que estaban mal aparcados en el paseo. Nos quedamos fríos. Durante un rato bastante largo, las olas llegaban al paseo. La verdad que no sé si eran olas que llegaban o el agua que se había quedado haciendo remolinos. Al cabo de un rato todo se calmó. Bueno, el mar seguía movido, pero las olas ya no saltaban. Y una mujer empieza a gritar y a señalar con el dedo: allí, allí… Y es que en el mar, detrás de una de las rocas se veía una cabeza y un brazo que pedía auxilio. Yo no me lo pensé dos veces, salté a la calle, me desnudé y me eché al agua. El mar estaba más fuerte de lo que parecía desde arriba. Pero una especie de fiebre me enaltecía y la corriente debió de empujarme porque en un instante ya estaba junto a la persona que pedía ayuda. Me miraba con unos ojos… Parecía mi perra. Pero de repente me doy cuenta y digo, ¡joder, pero si es Raquel! La novia de mi primo Alex. Al verme me pidió que la salvara, y lloraba; la pobre lloraba como una niña pequeña. La agarré por debajo de los brazos y no paraba de moverse, me daba manotazos, se agitaba. Así que sin pensarlo dos veces le di un tortazo y la dejé grogui. Comencé a nadar hacia la costa. La gente me hacía señales con la mano, con los brazos, pero no avanzábamos. Casi de noche. Di la vuelta y con ella a cuestas nadé hasta un roque que hay enfrente del rompeolas de Garachico. Por fin, después de nadar como un jabato, llegué y conseguimos salir del agua. Raquel ya había vuelto en sí. Estaba pelada de frío y tuve que darle un masaje en la espalda. Buscamos un agujero donde refugiarnos y nos abrazamos mucho para no tener frío.
Nunca me había fijado lo bonitos que tenía los ojos Raquel. Tenía unos ojos casi encarnados. Eran castaños, pero la parte exterior del iris en color rojo. La miraba y de repente noté que me gustaba: su piel mojada me parecía sabrosísima.
-Gracias –me dijo, -gracias por haberme salvado. –Y debió de ver algo también en mis ojos, porque me cogió la cara entre sus manos y me dio el beso más ardiente que jamás me habían dado. Y eso que estaba helada de frío.
Recé toda la noche para que no se hiciera de día. Pero cuando llegó la mañana, la mar estaba más calmada y vimos que se acercaba una barca con gente de salvamento marítimo.
En la costa todo el mundo nos aplaudía, mis padres lloraban, Alex me abrazaba con los ojos llenos de lágrimas, mi novia lloraba y decía que era de alegría y, para colmo, el Señor Alcalde de Santiago del Teide, que se había enterado de mi hazaña, vino a saludarme y me dio un abrazo.
Al domingo siguiente, el Ayuntamiento de Santiago me otorgó una medalla. Estábamos todos en la fiesta, hasta mi primo Alex, que iba vestido con traje de chaqueta cruzado azul oscuro. Todos estaban allí.
Me pusieron la medalla y el Alcalde me ofreció un puesto de socorrista en la playa de La Arena.
Estalló un aplauso muy espontáneo, y Raquel, la novia de Alex, saltó de la primera fila, me abrazó y me dio un beso, igual, igual que cuando estuvimos en las rocas. Yo respondí con el mismo celo y me olvidé del mundo: mi novia se levantó y se largó de la fiesta hecha una fiera; mi madre y su hermana, la madre de Alex, ya no se hablan; Alex tiene una depresión de caballo, y lleva meses sin estudiar; mi padre no se entera de nada; pero Raquel y yo nos fuimos a vivir juntos.

14 de julio de 2010

POEMA


Todo son palabras
nada es igual que hace tres tardes
escaleras destrozadas
terrazas y ventanas ciegas
es un mundo de espaldas
de sótanos con legionela
una lógica de aspiradora
puedes guardar el humo de las paredes
los grafitti de un baño público
son un grito íntimo de libertad
se abandona a la familia
los padres no caben en los bolsillos
los acuerdos están llenos de termitas
nadie entiende el interior de las calculadoras
con el ácido del noticiero
estrenamos una nueva lógica con melanoma
que explica el triunfo de la garrapata
que elige el menú de los escualos
“in god we trust”
ahora que el único camino es la línea recta.

Saludo


Saludos a mis amigos "blogueros". Después de un par de meses, aquí me teneis con el ánimo renovado para escribir más cuentos y poemas.
Hoy voy a publicar uno que me leyó en un Pub de Broughton Street, Christopher Roe, un jovencísimo poeta norteamericano cuyo padre, en perfecto castellano, charló conmigo y con Lola mientras veíamos el partido España Paraguay.
Coversamos con pintas de cerveza en la mano, entre los gritos de aficionados, el recuento de nuestras experiencias, nuestras familias, de donde veníamos y adonde íbamos. Una charla con poso de Oporto y espuma de cerveza.
El poema, traducido al español por el padre, "Insighter", dice así:

La vida es un misterio ahogado
invitado en una jarra de agua.
Yo bebí de esta jarra
y el río
es un sueño
y el sueño es una mar rizada
en la mente despertando.

Autor: Christopher Roe

La emoción surgió de encontrar a un poeta en una "pub" y de que el poema me parece muy bueno.

23 de junio de 2010

Sin compasion

por que dicen tiburon
si lleva corbata de seda
por que caiman
si es un gourmet de cinco tenedores
no son garras sus manos blanquecinas
y como el jaguar o el chacal
no duda ante la presa
la muerde
la desgarra
hurga en sus entranas
y siempre insatisfecho
la deja sin vida abandonada

sus armas?
algo que anula la voluntad del sujeto
muy sencillo
una hoja de papel
dos firmas
y fecha de vencimiento



(lamento no poder poner las tildes porque estoy en UK y los teclados no las tienen).

24 de mayo de 2010

Mar

mar la femoral te sangra
con negros borbotones
un tumor antiguo se derrama
y los pelícanos caen en vertical sobre tu herida
el luto los atrapa
las gaviotas en rasante vuelan
el luto las atrapa

mar tu vientre está vacío
yermos de verdes sebadales
tus algas no copulan
y los peces de luz tienen la cornea calcinada
tus cuevas son tumbas de crustáceos
orgía de caparazones envueltos en saliva
tienes ojeras antes del amanecer
y un sol con vocación de fuego

tus delfines emiten ecos
y no tienen bordados efímeros tus olas
ni bailas como los pobres en los duelos

serás un agujeros negro
donde los sacrificios cruentos de mis manos
no encontrarán un dios que los acoja

mar los hijos de la tierra que saben de la luz de tus espejos
miran asustados el vals viscoso de la orilla

y tienen miedo

29 de abril de 2010

LOS CARACOLES




Herminia, recién casada, llegó al pueblo de la mano de su marido Eusebio, quien trabajaba en uno de los hoteles de la costa sur de la isla. Su aparición fue una sorpresa para los vecinos de aquella pequeña localidad, pues Eusebio era un tipo taciturno y pusilánime al que sólo se podía imaginar tumbado en una cama mirando a las musarañas. Pero se casó, y lo hizo con una mujer apetecible, de grandes pechos, muy resuelta, que tan pronto como tuvo mando en plaza se hizo cargo del timón familiar.
Él siguió trabajando en el hotel, pero Herminia le sorbió el seso. Herminia, decía; Herminia, soñaba; Herminia… Le parecía mentira que su vida hubiera cambiado tanto después de la boda. Una boda arreglada por su tía, como no podía ser de otra forma.
Herminia no perdió el tiempo: enseguida montó una tienda de “souvenires”. Aprovechando la destreza que había adquirido montando los belenes de la parroquia de su pueblo, comenzó a crear piezas artesanales: cajas con caracolas y espejos con marcos de conchas de mar, pisapapeles de piedra volcánica, ceniceros de cristal con vistas del paseo marítimo, tapetes bordados con el nombre del pueblo. Su tienda se convirtió en paso obligado para los turistas.
A pesar de la pusilanimidad de Eusebio, al año de casados la mujer se quedó embarazada y dio a luz a una hermosa niña a la que llamaron Julita.
La dedicación y el entusiasmo por darle una buena educación cristiana se hicieron evidentes desde el primer día. Herminia celebró el bautizo y aprovechó la ocasión para integrarse en la colectividad invitando a los vecinos, incluido el cura, don Luis, a un desayuno de chocolate y rosquetes de anís que confeccionó ella misma.
Pronto organizó comisiones de fiestas, procesiones, cabalgata de reyes, alfombras del Corpus y, un día a la semana, se cuidaba del ornamento de la iglesia.
En casa, bendecían la mesa antes de las comidas y rezaban con la niña al irse a dormir.
Julita crecía entre mimos y oraciones. Su madre le cosía una ropa preciosa, la llevaba a misa todos los domingos y fiestas de guardar, y cuando llegó el momento de la primera comunión su vestido de organdí fue la admiración de todas las madres.
Julita era una niña muy graciosa y obediente, pero en la escuela nunca pasó del aprobado raspado y cuando acabó la primaria le dijo a su madre que no quería seguir estudiando.
-No comprendo esta tozudez; tiene la buena memoria de su padre y a mí me hubiera encantado que fuera a la universidad. Le damos todo y cuanto más se le da menos hace. –Protestaba su madre.
Las vecinas la veían segura de sí misma como la madre y atolondrada como el padre. Es decir un cóctel que mezclaba lo peor de las dos naturalezas. Y a los dieciséis años cuando se quedó embarazada. La gente pensó que algún sinvergüenza la había engañado. Pero no, el chico que la dejó embarazada era otro crío de su misma edad y con los mismos anhelos. Nada.
Herminia la obligó a casarse, le dio trabajo en la tienda y al novio lo metieron en el hotel con Eusebio. El trabajo de casa se multiplicó y ahora Herminia no tenía tiempo para las artesanías, pero su devoción cristiana y los consejos del cura don Luis le invitaban a aceptar con resignación lo que llegara.
Y con Soraya, así se llamó la nieta, le llegó la emoción de ser abuela.
La vida de Soraya iba a ser algo distinta a la de Julita. Más disciplinada. Tendría que ayudar a su abuela en la tienda, cosería y pondría la mesa o lavaría los platos de la comida.
-Esta vez ni mimos en exceso ni tanta tolerancia –pensaba Herminia.
Mientras, Julita se divertía todo lo que podía, salía al baile con su marido y cuando él trabajaba, se iba con las amigas. La disciplina no iba con ella.
-Eso no son formas para una madre joven –se quejaba Herminia sin sospechar que lo peor estaba por llegar : una noche Julita no apareció por casa. La madre esperó dando vueltas por el pasillo arrancándose los pelos. A las cinco de la mañana se acercó a la habitación de Roque, el marido de Julita: el joven abrió un ojo, preguntó qué pasaba y se volvió a dormir. La suegra golpeó con los puños las puertas y las paredes, invocó las nombres de su marido y su yerno para que se hicieran cargo de lo que estaba pasando.
-Llama a la policía, llama a sus amigas, llama a alguien, pero llama. No es posible que tu mujer no haya llegado a casa y tú… Y tu, -Eusebio se sobresaltó – qué vas a hacer; es tu hija.
Llamaron a Charito, una de las amigas. Les dijo que la había dejado en la Sala Poster con Juancho.
-Pero eso fue a las once de la noche.
La policía rebuscó por todos los alrededores del pueblito, preguntaron a toda la gente, y nada. Ni Julita ni Juancho aparecían. Y casi a la veinticuatro horas llamó desde Las Palmas para decir que se había ido a vivir con Juancho, que iba a trabajar en un restaurante y que estaba muy enamorada.
-“¿Y Soraya, qué? “, - la madre lanzó la pregunta como un zapato a la cabeza.
-En cuanto tenga todo arreglado pasaré a cogerla.
-¿Y tu marido, y nosotros…? ,- Pero Julita ya había colgado.
El yerno tuvo que salir de la casa, y Herminia se quedó con la nieta como si fuera su hija.
La ropa de Juanita se la puso a Soraya, comulgó con el mismo vestido de organdí, la peinaba con las dos trenzas y el flequillo, le planchó las batas de percal con las que iba a la escuela y se hizo la ilusión de que volvía a tener la hija que se había escapado. Pero la realidad se llamaba Soraya, que además era igual de mala estudiante que su madre y que para colmo cuando alcanzó la edad de dieciséis años se quedó embarazada. Pero esta vez en cuanto dio a luz le dejó la hija a su abuela y se fue a vivir a Lanzarote como pareja de hecho.
Don Luis, el cura, le habló a Herminia de Job. Pero ella no comprendía como comulgando a diario Dios la emprendía con ella.
- Reza, hija, y un día volverán las dos como las ovejas de la parábola-.
El negocio marchaba solo, ahora los souvenires los hacían las presas de la cárcel de la Esperanza. Petra, la cubana, los traía a la tienda. Y pronto Herminia se dio cuenta de que esta mujer de culo ancho y pelo ensortijado podía ser su salvación.
-Petra, quédate conmigo y cuidarás de la cría. Yo ya no estoy para estos trotes; si sigo así duraré poco, y quiero ver a la niña crecida.
Tanto insistir, la cubana se quedó a trabajar en la casa. Se ocupó de la biznieta a la que bañaba, vestía y jugaba con ella. Cocinaba platos criollos, tortas de carne hilada, pasteles de alma y una vez a la semana limpiaba el suelo con zotal para ahuyentar las cucarachas.
En su habitación, que daba a un patio lleno de helechos y buganvillas, montó una especie de altar con figurillas de Yemaya, de Ochun, velas, flores de plástico, rosarios de semillas, fotos de su familia cubana, y una bandeja donde echaba los caracoles.
-Yo soy creyente de la religión afrocubana, señora, y si un día me deja le echaré los caracoles. Los caracoles hablan, adivinan el provenir y el pasado.
Herminia se olvidó del Dios de los cristianos y comenzó a interesarse por los yorubas. Y mientras Eusebio bajaba a vigilar la tienda, Herminia pasaba las tardes con Petra, charlando y recordando.
-Señora, ya se lo he dicho mil veintiuna veces, podemos pedir a Yemayá que nos traiga a las niñas. Usted no tiene que olvidar su fe, pero por mucha cosecha nunca es mal año.
Si los caracoles quedan boca arriba quiere decir que van a venir pronto.
Y un día todos los caracoles quedaron boca arriba en la parte superior de la bandeja. Petra dio un salto de alegría y se abrazaron.
-Ya está, señora, ya está. Pronto tendrá a las niñas alrededor, ya usted verá.
A los pocos días llegaron la hija y la nieta; una por la mañana y otra por la tarde. Ellas decían que no se habían puesto de acuerdo, pero Petra y Herminia supieron que habían sido los caracoles.
Yemayá trajo el perdón y durante una semana lloraron todas juntas, mientras Eusebio cuidaba la tienda y hacía caja por las noches.
Herminia dudaba de tanta felicidad, pues la idea de que cuando cumpliera dieciséis años la biznieta se que podía quedar embarazada y dejarles plantadas con su tataranieta, la desesperaba.
Tenía casi cien años cuando una corriente de aire la puso al filo de la muerte. Llamó a Petra.
–Mira, a ver qué dicen tus caracoles, porque creo que me voy a morir. Llama al médico y a don Pablo, el notario, porque quiero ordenar las cosas antes de irme.
Antes que el doctor llegó el notario y haciéndole un gesto para que se acercara a la cabecera de la cama le susurró al oído:
-Quiero que Petra herede en usufructo todos mis bienes. Ella es más buena que nadie.
-¿Y cuando ella falte? –preguntó don Pablo.
- Qué haga lo que digan los caracoles.

19 de abril de 2010

UN POEMA CADA DIA


Cielo, te están oscureciendo la mirada,
la balconada azul de tus diamantes,
los senos circulares de tus nimbos.
Cielo, tu que proteges mi temor
apareces enlutado de ceniza;
terrestre fuego te alcanza desde el corazón del suelo.
Hoy, cielo, eres estrella,
cuadrícula de hombres,
sujeto donde el hombre descorcha sus números enteros;

Tú, que fuiste hecho para medir en luz tus magnitudes,
la luz del sol en que te nutres,
patio de astros orbitales,
de transparentes masas intangibles,
manchado de calimas,
de piedra ingrávida,
de plumas de pájaros abyectos,
de destrozos de Ícaro
de satélites sin valentía,
ahora que un soplo profundo de la tierra
lanza su aliento sulfuroso
a la patria de la aurora

tengo miedo


11 de abril de 2010

UN CUENTO


Ya soy grande

Olgui me dijo que sería una buena peluquera, que tengo mano, y la verdad, yo creo que sería una buena peluquera porque me gusta mucho. Cuando estábamos con mi tía, antes de lo de mi primo, peinaba muchos días a mi madre y a mi tía y a ellas les encantaba. Mi madre tiene un pelo precioso, negro, con unos rizos que da gloria. Mi tía ,como es más vieja, lo tiene más ajado y con menos brillo. Mi madre dice que es de tanto teñirse, que de joven lo tenía como ella. A mí también me gusta cuando se tiñen. Pero ahora como estoy con mi abuela...
Mi padre se marchó con otra; no la conozco y mi madre nunca quiere hablar de eso. Que ni mentarlo, dice. Por eso fuimos a vivir con tía Aureli, cerca del Puerto. Mi tía trabaja de encargada en un bar de lujo. Siempre lo dice, que los clientes de su bar son de mucho lujo y por eso tiene que ir siempre muy bien arreglada. Eso le fue muy bien a mi madre, porque en cuanto llegamos a su casa mi madre se puso a trabajar con ella. Y se tuvo que comprar vestido nuevo y zapatos. Mi tía le presta mucha ropa; como tienen la misma talla. Cuando le pregunto a mi madre si de mayor podré trabajar con ellas se echan a reír a carcajadas. Mi madre me abraza y dice que yo seré peluquera.
Un día mi primo Andrés, que estaba en la península de soldado profesional, vino de permiso. Es guapísimo y se parece a Alejandro Sanz. Al principio cuando llegó no me hacía caso y le decía a mi madre que mi hermana y yo éramos unas crías. Pero yo ya no soy tan cría. Mi hermana, sí, porque sólo tiene seis años, pero yo ya soy grande. Por las noches cuando terminamos de cenar él lleva a las dos a trabajar al Puerto en su coche, y mi hermana y yo nos quedamos solas. Una noche, mi primo volvió tarde a casa y ni mi madre ni mi tía habían vuelto. Se sentó en el sofá y me dijo que no quería cenar. Se desabrochó la camisa y se descalzó. La peli de la tele era de cuadrillas y de novios. Mi primo cada vez que se besaban silbaba y a mi me hacía gracia y nos reíamos. En estas se acercó y me dio un beso. Mi hermana casi se dio cuenta, por eso yo no dije nada; pero tendría que haberle dado una torta, porque mi madre siempre dice que con los hombres hay que darse a valer. Y qué se pensaba. Le miré enfadada y él se reía y me guiñaba un ojo. Otro día también llegó tarde y en cuanto se sentó me dijo que le sirviera un whisky. Le puse uno porque yo siempre les pongo la bebida a mi madre y a mi tía y ellas me dejan para que aprenda. Luego me pasó el cigarrillo, y que fumara. Pero yo no quería. Hasta que después de tanto decirlo le di una calada. Entre el poco whisky que bebí y la calada me fui a la cama mareada y casi no me dormía. Por eso cuando al cabo del rato me primo entro despacio en la habitación y se tumbó junto a mi yo grité. Y mi hermana que debía estar muy dormida saltó de la cama y se fue directa a la puerta de la casa, que como es terrera en cuanto abrió salió a la calle y yo, en camisón detrás de ella. Y aunque él me puso la mano en la boca para que no gritara yo me zafé y salí corriendo. Don Armando, el vecino de mi abuela, nos vio y nos llevó a casa de abuela y cuando le conté lo que había pasado decía que Andrés era un hijo de puta.
Mi abuela dijo que mi madre no tenía fundamente de dejarnos en casa con un hombre. Que no nos iba a dejar más estar en esa casa, que no tenía fundamento.
Mi madre dice que mi abuela está así por lo de mi padre. “Claro, como es su hijo”, dice. El caso que ahora estamos con mi abuela y tenemos que ir al colegio. Mi hermana , sí, que vaya, pero yo quiero ser peluquera. Además mi primo estaba de broma, seguro que fue una broma. Pero mi abuela dice que los soldados son todos muy mujeriegos.
El otro día me dijo, hala, ya que quieres ser peluquera, péiname, Pero no te hagas ilusiones que a ti de la escuela no te libra nadie. Lo primero es lo primero. La vieja sabe perfectamente como ponerme de los nervios. Le solté el moño. La verdad que para lo vieja que es tiene un pelo liso precioso. Estuve un rato dándole masaje en la cabeza, como dice Olgui, la peluquera, que hay que hacer con las clientas. Y mi abuela dijo: Ay, mi niña, qué manos tienes.
Seguí, le pasé un peine ancho para desenredarle. En la tele Juan Manuel Serrat decía que él siempre había sido un rebelde. Mi abuela se quedó dormida y roncaba, daba ronquiddos de bruja, con su bocaza abierta. Me daba una rabia; no me pude aguantar: cogí las tijeras y le corté el moño. Luego poco a poco la dejé toda pelada. Cuando acabé barrí los pelos y los tiré a la basura. Me senté en el sofá y casi me duermo. Mi hermana llegó de la calle y empezó a gritar: abuela está pelada, abuela está pelada. Se despertó, se pasó la mano por la cabeza y cuando notó que no tenía pelo, cogió el recogedor y casi me mata. Le dije que yo me iba con mi madre. Cogió a mi hermana y estrujándola contra su pecho, las dos lloraban. Abrió la puerta y me dijo:”Vete con tu madre, puta. Vete a trabajar en el bar con ella. Que sólo valéis para eso". Al salir, me me dio un guantazo y me haló por los pelos., y de un tijeretazo me cortó media melena.
El otro día, mi primo me escribió desde la península y me dijo que se acuerda de mi. Y que como ya estoy otra vez con mi madre cuando vuelva nos hacemos novios. Es que mi abuela es una sargenta.

4 de abril de 2010

UN POEMA CADA DÍA

Poética


a veces temo a la falsedad de mis poemas
reflexión íntima
que dice cuanto sabe y es contradictoria
sólo un viento helado
limpiaría mis estancias
ahora que el sol se inclina hacia el ocaso

2 de abril de 2010

UN POEMA CADA DÍA


Recuerdos

Toreaba Manolete
sobre el vientre abierto
de mi madre
Olé, olé.

los cuernos
dejaron la femoral abierta
sucia de sangre
la calle
malherida la memoria

sólo se oían los aplausos
en aquel mundo rodado en blanco y negro

30 de marzo de 2010

29 de marzo de 2010

ANTÓNIMO

A pesar de los riesgos que conlleva un parto monocigótico ,Lorena decidió alumbrar en la vivienda familiar. Ordenó que le atendiera Rosa, la partera del Faro,
y desoyó los consejos del doctor Adan Nada, quien auguraba un parto de gemelos pegados. El día veinticinco de diciembre, Navidad, llegaron al mundo dos niños, que se llamarían Antoni y Blanco. Gemelos, estarían para siempre unidos por lazos invisibles que les hacían actuar como una sola persona. Mirándose mutuamente a los ojos leían sus pensamientos y adivinaban sus deseos.
Vivían confortablemente en la casa familiar; su padre, negociante de éxito, hizo construir una mansión amplia, con jardines y un bosquecillo de cedros y moreras. La casa se fue decorando sola, como por accidente, pues la madre se desentendía de este quehacer. Verdad es que había pocos muebles , pero de sólidas maderas oscuras: grandes mesas de roble, sillones coloniales y refrescantes celosías. Los muros, blancos y desnudos, se abrían con grandes ventanas por donde respiraba la mansión , llenándose de la luz del puerto. La única tarea que llamaba la atención de la madre de Antonio y Blanco era adornar la casa con las flores. Los viernes salía al mercado y volvía cargada de varas de gladiolo, de hortensias azuladas, de violetas africanas, de grandes rosas amarillas con las que llenaba el patio junto a los helechos y las clavelinas colgadas de macetas. Allí pasaban las horas en silencio Antonio y Blanco, horas largas de estudio y lectura concentrada y serena. Devoraban libros, y al terminar su lectura se miraban y sabían que los dos habían respirado en las mismas comas, sufrido con los mismos acontecimientos, reído juntos y encontrado los mismos problemas de entendimiento. No necesitaban palabras, se miraban y sus pensamientos fluían como la sangre por circuitos compartidos, rutas de doble dirección entre los dos cerebros .Si se fatigaban, se recostaban contra sus propias espaldas y dormían. Su madre les miraba las pestañas agitadas por movimientos convulsos como las alas de mariposa, y sabía que soñaban un mismo sueño.
Vivían en la casa familiar y desde la terraza veían el puerto, la grandes cuchillas de lona cortando el agua y el viento; oían el aullido de la brisa; olían el salitre de la espuma que salpicaba las rocas; todo, porque todo era mar y puerto desde la terraza de Antoni y Blanco.
No veían mucho a su padre, siempre ausente en interminables viajes de negocios.
En el colegio los gemelos seguían siendo como una misma persona. El maestro luchaba por separarlos, pero al final de la jornada Antoni y Blanco siempre aparecían en un extremo del primer banco, ocupando los mejores puestos. En el recreo, la clase jugaba al escondite y se organizaba en dos grupos; uno con la mitad de los alumnos y un gemelo se escondía, y el otro grupo con otro gemelo tenía que salir al encuentro .El gemelo buscador cerraba los ojos y en el acto sabía donde estaba el grupo escondido. Esta experiencia se repetía casi todos los días, pues los compañeros, incrédulos, no lograban satisfacer su asombro.
Antoni y Blanco se apellidaban Morales, por eso, un día un gracioso de la clase le llamó a Antoni, Antoni-Mo. Desde aquel día le llamaron todos Antónimo, hasta sus padres, y sus otros hermanos y su abuelo y los guardias del colegio.
Fue don Alberto el profesor de francés en los últimos cursos del colegio, el que consiguió separar sus individualidades. Lo consiguió a base de un damero maldito, un salto de caballo, un test sin pistas, un laberinto silábico y un pentagrama. Todos celebraron el éxito de don Alberto y los más contentos era ellos mismos , pues ahora ya podían jugar al escondite como los demás chavales, sin saber donde encontrase.
Aislado en su soledad recién estrenada, Blanco se encerró y Antónimo se largó de casa a un laberinto del parque de atracciones y ya nunca supo nadie qué fue de aquel muchacho. Blanco decidió no salir de casa. Se enclaustró. Vagó entre las sillas y las mecedoras de cerezo. Se encerró en la oscuridad del armario de tres cuerpos hasta que encontró una rendija que daba a la habitación de sus padres. Blanco se acurrucaba hasta que sus padres encendían la lámpara del cuarto y los espiaba. Un día, recostado sobre las toallas recién planchadas observó en la luna del mismo armario que su hermano saltaba de la terraza a los huertos, trepaba tapias, corría por la calle húmeda y adoquinada hasta la plaza donde turistas y pescadores bebían cerveza fría en veladores de granito. Deseó con los ojos cerrados que Antónimo volviera. Pero no era posible porque estaba en el laberinto del parque.
Pero la madre encontró a Blanco debajo de una toalla del armario y le convenció para que saliera. Blanco la siguió. Le gustaba el aroma de perfume “Tres primaveras” que siempre usaba. Ella le llevó a un velador del puerto donde podían hacer solitarios y tomar café caliente. Si el sol les daba en la cara resplandecían, pero ni la madre ni el hijo se daban cuenta de ello. Se miraban pero sólo se veían por dentro.
-¡Ya está, ya lo tengo!- exclamaba la madre cuando terminaba un solitario.
Blanco, sonriente, se acercaba a su cutis mórbido y le regalaba un beso. Pedían otro café y esperaban a la gitana del puerto para que les leyera las rayas de la mano.
-¿Qué ves, Chavela?- la madre de Blanco era nerviosa.
- Veo un amor mu grande, envuelto en telarañas.
-Mamá, no creo nada de lo que ha dicho la gitana - decía Blanco.
-Tendrías que ir a buscar a tu hermano-le replicó la madre.
Blanco no respondió. Y la madre al verle tan cerrado en sí mismo, pensó que lo mejor es que aprendiera a leer el futuro. Le habló de las echadoras judías, leedoras de un Tarot impecable. Le habló de las rezadoras de La Habana Vieja y de las mismas gitanas.
-A mi me gustaría iniciarme en la masonería-dijo Blanco.
- Pero si no sabes ni lo que es eso. Dime, a ver, ¿qué es la masonería?
Blanco la miró perplejo.
Su madre se sacó un compás de acero y un cartabón de madera del bolso y dijo:
-Toma, yo tengo cuanto tú necesitas.
Las nubes se deshacían como tules viejos ,y el chico volvió a casa para meterse dentro del armario, recostado sobre ropa blanca y las bufandas de invierno.
La madre sacó un baraja Fournier, pidió otro café y comenzó un solitario. El humo de su propio cigarro se enroscaba entre su pelo como un turbante de adivinadora.
- ¿Qué te juegas a que este solitario me sale a la primera?- dijo entre dientes.
Blanco se sentó sobre una manta escocesa y pensó en Antónimo y el laberinto.

UN POEMA CADA DÍA


Lisboa

Colinas y escaleras
asomadas al fado.

Tajo
cielo de azulejos

Lisboa
dama de chal negro
y piel de pez y vino verde

guitarras por los cuartos del Alfama

chirriante y bulliciosa
en tranvía por el Chiado
y blanca
desde Pombal a Comercio

24 de marzo de 2010

UN POEMA CADA DIA


Seré

seré río
sobre tu vientre
a la espera
de la enigmática tormenta

sólo cuerpo
tras las fases de tu luna.






20 de marzo de 2010

UN POEMA CADA DIA

Y cuando sea piedra
Quisiera que mi sexo
Fuera esencia enamorada
Que vuele
Con nombre y apellidos
Por las tardes amplias de lo eterno
Que nadie pregunte
Quién fue
Qué dijo
Sino qué aroma de frescura
Y qué inocencia

16 de marzo de 2010

REFLEXIONES


Antes de emprender viaje a Irlanda, donde estuvimos varias semanas, pasamos por Santa Cruz para hacer los preparativos. Nos extrañó ver tantos carteles anunciando que los negocios se traspasaban o se alquilaban. Aunque sabíamos que desde el año anterior la llamada crisis financiera había provocado una ingente cantidad de cierres de empresas, no nos habíamos dado cuenta de lo mucho que esto podía haber afectado al pequeño comercio.
En la calle de San Ambrosio, donde había una tienda de carabinas y varias mueblerías, los tres negocios habían desaparecido.
En la prensa local un columnista que firma con el seudónimo de “El paseante sagaz”, decía que había que empezar a inventar nuevos negocios porque la gente estaba harta de tanta boutique de moda.
Lola me dijo que no era fácil inventar nuevos negocios.
A pesar de la crisis, salimos de viaje aquel sábado.
Fue al volver cuando la sorpresa se transformó en perplejidad: en Santa Cruz no había tiendas. Y como los negocios son como el corazón de la ciudad, se notaba que una vez que las oficinas de la administración pública cerraban, las plazas, calles y avenidas se hundían en un silencio de desagüe.
Alguien dijo que la cosa no era tan mala, que lo único que estaba ocurriendo es que los negocios se estaban trasladando a las afueras de la ciudad, donde habían surgido, grandes setas de cristal y aluminio, centros comerciales añadidos a los centros comerciales que desde los años ochenta poblaban los extrarradios.
El alcalde conectó la plaza de España con lo que llamó la “Ciudad de las compras” mediante una carretera de cuatro carriles.”Es conveniente que los coches tengan su espacio”, comentó el alcalde. Y con su sonrisa creativa repetía hasta la saciedad que la instalación de estos grandes centros en la isla crearía numerosos puestos de trabajo, riqueza y competencia: la competitividad era un elemento que surgía en la sociedad cuando las fichas se colocaban sobre el tablero de forma estratégica. La competencia era la dinamo de la economía. Con ella llegaba la variedad de la oferta y el abaratamiento de los productos. El alcalde era como el flautista de Hamelín y todo el mundo lo seguía.
Nadie quería que Santa Cruz se quedase vacía de tiendas. Pues una ciudad sin tiendas es como una escuela sin niños, como un armario sin camisas, como una boca sin besos. Pero, igual que las hojas de los árboles se precipitan en pocos días cuando llega el otoño, así las tiendas desaparecieron.
La clientela, ahora consumidores, se acostumbró a salir de la ciudad para comprar.
Y a partir de entonces no sólo se pusieron carteles de se vende, se alquila o se traspasa. No sólo, carteles de liquidación por cierre o derribo, sino que muchos escaparates se forraban con cortinas moradas y un cuadro de la Pasión o un Vía Crucis.
Un grupo de abuelas salían a la plaza de España todos los jueves con el carrito de la compra para reclamar tiendas en la ciudad.
Los chinos, que están al quite de cualquier novedad, abrieron tiendas de todo a cincuenta céntimos, donde se podían comprar cigarrillos y condones de todos los sabores. Eran como tiendas de primeros auxilios. Los kioscos de prensa fueron sustituidos por máquinas expendedoras.
¡Ay Santa Cruz, bella ciudad tinerfeña! Exclamaban los jubilados.
Los dueños de las tiendas que hasta hacía poco se consideraban emprendedores, dueños de empresas, creadores de puestos de trabajo, siguiendo el ejemplo del patrón de patrones, fueron en comitiva al ayuntamiento a instar al alcalde para que arreglara la situación.
El alcalde les dijo que para poder encauzar las reclamaciones tendrían que constituirse en sindicato, lo cual ellos rechazaron por no tener sentido de clase: no eran obreros, sino patronos, los pilares del sistema.
Pero el alcalde, hombre de una lógica implacable, les dijo que lo sentía pero que ya no eran nada. Jesús dijo:” por sus hechos los conoceréis”. Si ahora eran incapaces de crear riqueza no podían considerarse emprendedores.
-Hombre –exclamó el portavoz de los ex empresarios –para que funcione la economía necesitamos que se active el crédito.
Pero el alcalde, siguiendo con su lógica implacable, replicó que crear es hacer surgir algo de la nada. Y la nada nada es.
El portavoz decidió que a la nueva organización de ex empresarios, hasta que se supiera cual iba a ser su nuevo estatus jurídico, la llamarían “Sálvese quien pueda”.
Lola y yo buscamos una explicación sensata a la situación porque nos parecía increíble que por una vez los empresarios salieran perdiendo.