8 de febrero de 2010

NIEBLA


Unos días antes de Christmass e incluso antes del fin de año, los edimburgueses, como todos los consumidores del primer mundo, se sumergen en las tiendas y grandes almacenes en busca de regalos, primero, y de rebajas, más tarde. El “compro luego soy” tiene su justificación en esta maravillosa ciudad escocesa.
En los jardines de Princess Street colocan la feria alemana todos los años. Allí aromas a chocolate, mazapán, mantequillas, salchichas, patatas asadas, pankakes, almendras garrapiñadas y abundante cerveza lo llenan todo. Y junto a estas casetas: tiovivos, norias, trenes y trineos.
Lola se acordó de que en Monssoon, una tienda de ropa y de accesorios, tenía que comprar los últimos regalos.
A mí no me gusta nada ir de compras, por lo que tenemos una especie de contrato tácito por el cual mientras ella compra yo la espero en algún café, museo o librería. Me quedé, de momento, dando una vuelta por cerca del monumento a Walter Scott.
Había oscurecido, pues la noche llega alrededor de las dos y media, y debían de ser las tres y pico cuando nos separamos: ella a Monssoon y yo a dar un paseo.
Como si las nubes estuvieran esperando nuestra separación, apenas ella cruzó los dos carriles de Princess Street, comenzó a nevar. Según dicen mis amigos escoceses, nunca cuando nieva hay niebla. Yo no tengo ni idea si esto es verdad, pero les creo, Nevaban unos copos como mantillas de tul. Chocaban sobre nosotros, y quedaban desparramados por hombros y cabezas. Con mi gorra de lana metida hasta las orejas sentía la humedad helada sobre la piel. Distraído, pues no pensaba en otra cosa que no fuera la nieve, convencido de que Ítaca era el camino, me perdí entre los árboles de Princess Gardens. Digo me perdí, porque la niebla se iba haciendo cada vez más espesa y de repente tuve que salir de mí y correr a la tienda donde Lola estaba comprando. La visibilidad era muy escasa, y sólo, gracias a los letreros luminosos de las tiendas y a los escaparates, podía uno guiarse.
La gente se sorprendía al salir de los comercios: ¡Oh my Good!” Afortunadamente cuando me acerqué a la puerta de Monssoon, Lola ya estaba allí, y le hice un gesto para que saliera. Ella no dijo my god, sino, coño. Le di la mano y enfilamos a Hanover Street. Cuando alcanzamos la esquina, los copos eran del tamaño de sombrillas chinas, y la niebla nos cegaba: no nos veíamos, lo digo literalmente. Yo no veía la cara de Lola y ella no me veía. Pero notábamos nuestras manos agarradas. Parecía que en vez de cruzar niebla vagáramos por un mundo de arena. Nos apretamos para no perdernos. Debíamos estar por la esquina de Rose Street, cuando Lola se soltó un momento: “suéltame, que me haces daños”, exclamó. Pero yo, temeroso del peligro de perdernos le dije que no se soltara; la cogí de nuevo y continuamos caminando en silencio.
Con gran cautela atravesamos las planchas de hielo y nieve de la calzada sin resbalarnos. Ya no circulaban los coches, porque según me enteré al día siguiente se recomendó que nadie condujera por el riesgo de cometer atropellos involuntarios. Cogí a mi mujer por la cintura y ella se colgó de mi brazo. “Estoy helada”, musitó. Aunque no era el momento de hacer carantoñas ni de darnos besitos, le cogí la cara y la besé. Tenía los carrillos congelados y agradeció el ardor de mis labios. Sin embargo noté que Lola había adelgazado. Había encogido como algunas prendas de vestir cuando las lavas. Se lo fui a decir, pero ella selló mis labios con otro beso.
No puedo describir el ambiente de la calle ni los jardines de Queens porque todo era una masa de manteca blanca que podíamos atravesar sin ver otra cosa que blancura.
Desorientado caminé de frente hacia la pared de un edificio y me choque con una puerta. Empujé y sin más se abrió. Tiré de la mano de Lola y entramos. Ya no había niebla, pero la oscuridad era completa y tampoco allí nos veíamos. Presentí que Lola se había transformado en alguien diferente, pero no quería hacer indagaciones, seguí adelante con mis incursiones. Le rasgué el “velcrod” y le metí la manos por debajo de un jersey de cachemir y una blusa de seda salvaje. También ella me desabotonó el abrigo, y me quitó hasta la camiseta térmica. Nos cubrimos con los abrigos como si fueran mantas. Sólo la oscuridad fue cómplice de cuanto hicimos.
A la mañana siguiente. cuando me desperté me encontré medio desnudo, debajo de una escalera de madera, tapado con mi abrigo. Me vestí, asomé la cabeza y vi la calle cubierta de placas de hielo. Me costó media hora llegar a casa. Lola ya estaba allí, le pregunté que donde había pasado la noche.
-Ni lo sé, alguien me metió en un portal y hasta que me desperté por la mañana no me di cuenta de que no eras tú. Así que me deshice de él y me largué.
Nos dimos una ducha muy caliente, tomamos un té y nos acostamos sin entrar en detalles.

9 comentarios:

Recomenzar dijo...

Interesante texto me ha gustado mucho.........te invito al mio quizas vos puedas ponerle magia al final que estoy buscando para la historia de Lola una mujer sin destino

Un poco de todo dijo...

Que poco trafico tienes

María dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
María dijo...

¡¡Bueno Joaquín!!

Cada día alucino más con las cosas que cuentas, jajaja.

¡¡Vaya pareja hacéis Lola y tú!! y claro, la famila pensando que sois dos confortables y venerables "jóvenes" ensimismados en compras y museos.

Una pasada de bonita la fotografía y tu texto, de verdad, de lo mejor que te he leído. Siempre se lo comento a tu querida cuñada, tu poesía es preciosa, pero demasiado encriptada para mis pobres neuronas. Pero tu prosa, es que lo tiene todo, es divertida, descriptiva lo justo para ponerte en situación, pero sobre todo enganchante, se te lee de un tirón y siempre sabe a poco.

Que me ha encantado, vamos.

Dale otro achuchón a tu chica de mi parte aunque este finde a lo mejor se lo doy en persona yo, quizá, creo, no sé.

Muchos besos, Joaquín.

El borrón es mío ( escribí mil faltas antes, que horror) sorry.

Anónimo dijo...

!jAjAjA! NO SERÍA JULIA ROBRET EN VEZ DE LOLA. BESITOS

Recomenzar dijo...

Bueno mi Lola tiene su final y la tuya

Kim Basinguer dijo...

jajajajaMuy bueno Joaquín, la verdad es que se puede decir que vuestra vida es toda una aventura...

María dijo...

¿Aún no te has despertado JOAQUÍN?


¿O es que finalmente te perdiste en la niebla? ;-)

Vuelve, porfa, se te extraña, que lo sepas...


besos y uno muy especial para LOLA. ;-)

JOAKO dijo...

Me encantó aquel texto de la camarera y las copas de un flirteo masculino de ya cierta edad, este me gusta aún más, de mayor quiero ser como tú...y fantasear con locuras adolescentes, que "rule la testosterona hasta el final de mis díoas"
Un abrazo